Al enterarse el sector industrial de los sorpresivos y draconianos cortes del suministro de electricidad decretados por el Gobierno para ese sector fundamental de la economía, desde las empresas grandes hasta las chicas elevaron su voz de angustiado reclamo para buscar medidas que impidan un daño mayor.
Ha empezado un diálogo con el Gobierno, lo que es conveniente, pero que debió iniciarse antes. Esto demuestra un sistema de gobierno desconectado de la población, de la realidad nacional. De lo que se ha visto, el presidente gobierna con un equipo de colaboradores de sus empresas y no con un gabinete independiente que le pueda asesorar, presentar sus desacuerdos, sus inconformidades y hasta renunciar, sin que eso afecte a sus negocios particulares. Es privilegio constitucional el otorgado al presidente para designar a sus ministros y colaboradores, pero siempre con miras al interés general, desprovisto del particular. Con un sentido similar gobernó el anterior presidente, que llegó a encargar el manejo de las empresas públicas al vicepresidente de su banco, y a sus parientes más próximos, lo que condujo a su caída, que no fue otra cosa que el recurrir a la muerte cruzada cuando todas las otras vías estaban cerradas.
Cuando la incuria, la pereza mental, los intereses y, sobre todo, la imprevisión nos han conducido a este extremo, en que los cortes de electricidad se aplican a las unidades productivas de la alimentación, en que los productores de leche no pueden almacenar su producto, las fábricas se paralizan, los enfermos mueren porque no reciben diálisis, medicamentos, quiere decir que estamos traspasando el umbral del hambre, de la necesidad extrema.
Y si el sector productivo disminuye, su consecuencia será la pérdida de puestos de trabajo; con sus consecuencias inevitables de necesidades insatisfechas, y el recurrir al delito para solucionarlas.
Para superar esta espantosa crisis, lo primero es aceptar, sin excusas, que vivimos un desastre nacional. Aceptado esto, debemos acordar metas, al menos para el futuro inmediato. Para lo cual hace falta un acuerdo nacional. En el pasado, principalmente para solucionar crisis políticas, el presidente de la República recurría a gabinetes de concentración nacional. La de hoy debería ser de un carácter un tanto diferente porque lo económico es lo que prima ahora sobre lo político, aunque ambos aspectos son inseparables. Un gabinete de unidad nacional podría ser una solución. Claro que para eso hacen falta sacrificios. Ya vemos que una suerte de gabinete íntimo anda en busca de la destitución de la vicepresidenta, bajo la denominación de no cumplimiento de funciones; y así ignorar que la vicepresidente de la República goza del mismo fuero que el presidente, y solo puede ser destituida por la Asamblea Nacional en los casos dispuestos y con el trámite establecido por la Constitución.
Esta será una razón más de inestabilidad política que se sumará a la crisis económica. Hacen falta gabinetes nacionales, no personales. Todos debemos hacer sacrificios, empezando por el Gobierno, tolerándose entre sus miembros, a los que no conozco. (O)