La primera vez que supe de Virginie Despentes fue ligada a su polémica película Fóllame (2000), que en América Latina fue traducida como Viólame (nuestra palabra equivalente no podría escribirse en ningún medio). El año anterior se había publicado la novela de la que se extraía su historia, una road novel, donde dos mujeres marginadas desataban su ira en una ola de sexo, venganza y sangre. Les dijeron a sus personajes, las Thelma and Louise francesas. La autora tenía 25 años.

Cuando en 2006 publicó un ensayo confesional titulado Teoría King Kong, el escándalo fue mayor. Allí decía: “He sido puta… cobraba y me gastaba cada céntimo que ganaba. He hecho auto-stop, me violaron y después volví a hacer auto-stop. Escribí un libro que firmé con mi nombre…” y se explayaba en unos análisis fundamentales para el posfeminismo, como reprochar toda opresión: la de los hombres de parte del capitalismo y del Estado, y la de las mujeres, todavía “llenas de poesía”.

El año pasado publicó una novela, cuyo título vuelve a dar problemas a la traducción en español: Querido capullo o Querido comemierda, según se la vea desde España o Latinoamérica, que usa mucha jerga y apela a múltiples referentes franceses en materia de música, cine y hasta de cosas de comer porque es una novela de la calle, de la vida cotidiana y los problemas que vive la sociedad parisina hoy. La opción literaria es no salir de los medios de la tecnología: un escritor y una actriz intercambian emails, y una tercera voz femenina escribe una página web. Los primeros se han conocido en la infancia, en Nancy (tierra de la autora) y se reencuentran cuando el escritor está sometido a los movimientos del MeToo, a partir de una denuncia de acoso sexual.

La restricción que supone la ausencia de un narrador –que si fuera omnisciente nos daría toda la información necesaria– exige la gran habilidad de Despentes para dosificar acciones e ideas en esas cartas en las que Rebecca y Oscar van volcando sus vidas, la primera de salida del cine, porque tiene ya cincuenta años y ha sido una mujer aclamada por su belleza; la del segundo afectado en su gloria de escritor por el rechazo social y la guerra contra él desatada en las redes sociales.

Yo prefiero llamarla novela de ideas, porque son numerosos los hilos de reflexión que abren las palabras de esos famosos, que se dan cuenta a la mediana edad de que sus vidas han dependido del alcohol y de las drogas para ser exitosos, conseguir relaciones humanas y fama. La revisión de la falsa felicidad del colocón, dicen los españoles, y las consecuencias en trabajo, paternidad, amistades. El capítulo del acoso de parte de Oscar a la chica que denuncia diez años después, el comportamiento machista, lo deja muy sorprendido porque para él fue una historia de enamoramiento que no dio resultado. Por eso la gran riqueza de la novela radica en mostrar cuán diferentes pueden ser los criterios masculinos y femeninos para enfrentar los mismos asuntos.

El volcamiento de las nuevas generaciones en las redes es un punto nuclear: allá van a parar las individualidades que concitan una inmediata reacción en los usuarios, ya sea para aplaudir o simplemente expresar odio, que es el fluido principal de nuestro tiempo.

Pese a todo, el final es de madurez. La gente necesita verse para interactuar. (O)