Debo dar crédito al gobierno Lasso por el trabajo de dos de sus ministros: el de Relaciones Exteriores y el de Finanzas. La Cancillería ha organizado con eficiencia los viajes del presidente, especialmente el de la entrevista con el presidente Biden. Hay que trabajar duro y bien para que el presidente de la primera potencia acepte recibir a uno de Latinoamérica. En una entrevista cordial,

Lasso ha obtenido apoyo material y dinero para la lucha contra las narcoactividades y para otros programas. Cuando se ven las cosas desde adentro, se sabe que obtener unos minutos en esa agenda cuesta mucho. No es porque Lasso le sea simpático a Biden, es porque los diplomáticos han trabajado bien. El canciller Juan Carlos Holguín, la embajadora señora Baki y el embajador Fitzpatrick merecen reconocimiento y apoyo para lo que viene después. Dicen los interesados y aun ciudadanos de su propio país que los EE. UU. están en decadencia. Claro que tiene graves problemas internos de racismo y de políticos que se odian a muerte, pero sus universidades son todavía excelentes, sus progresos científicos y tecnológicos son los mejores, que hasta los chinos los copian. Y son la meta de todo quien quiere progresar, hasta con riesgo de sus vidas.

El otro acierto es el de Finanzas. Es un ministerio complejo, con muchos y muy delicados asuntos, encargado de administrar el dinero del pueblo con honestidad y observando la Ley del Presupuesto. El país debe reconocer que sus últimos ministros de Finanzas han sido buenos. Desde Iván Andrade, que lo fue de Sixto, pasando María Elsa Viteri, Mauricio Pozo, Richard Martínez, Simón Cueva hasta Pablo Arosemena. La mencionada Ley no es rígida, tiene salidas para adaptar las finanzas a las cambiantes necesidades de la nación. Y es cuando se aplica el talento de los ministros. El buen manejo de las finanzas es un requisito para obtener créditos de los organismos de crédito internacional.

La amenaza proviene de algunos dirigentes indígenas, que para sus exigencias se toman el nombre del pueblo. Cerrar las carreteras, paralizar la producción petrolera, causar daños terribles en la infraestructura de servicios públicos es una amenaza que hace mucho daño al país. Tales delitos quedan impunes. Siendo que son personas de inteligencia superior, se me viene la imagen de un matón gigante y musculoso que blande un garrote o un gran palo con afilada punta y mantiene asustado a un flaco tullido e inerme. Piden, piden y no les importa el precio. Si son inteligentes deben saber que perdonar deudas de diez mil dólares sumados los casos totalizan cifras enormes. ¿Quién debe esa cifra? A los pequeños deudores ya les perdonaron sus deudas. ¿A quién protegen, señores dirigentes, quiénes financian sus paralizaciones, cómo pagan a los manifestantes?

El presidente no debe pronunciarse sin tener pruebas. Su palabra debe ser cuidada. Parece que le gusta hablar. No se discute su derecho, aun el de equivocarse. Pero decía la reina Isabel II que a veces cuesta más callar que hablar.

Réquiem por Benedicto XVII. Teólogo profundo, hombre santo. Volvió a los brazos del Padre, a quien representó en la Tierra. (O)