Entramos en territorio desconocido. Excluir a un país tan importante como Rusia del flujo del comercio internacional es una maniobra que hace pocas semanas se pensaba imposible en un mundo tan interconectado como en el que vivíamos. La guerra económica que Estados Unidos y Europa han declarado en contra de Putin no tiene precedentes históricos. La globalización, uno de los motores del desarrollo más poderosos de nuestro siglo, está ahora siendo usado como un arma en contra de Moscú con efectos tan o incluso más devastadores que cualquier táctica bélica convencional. Es precisamente esta misma globalización la que hará que los efectos de esta guerra sin precedentes sean sentidos por todas las naciones. Puede que Ecuador no mande tropas a Ucrania, ni tampoco reciba las bombas del Kremlin, pero los efectos de la guerra serán igualmente sentidos en carne propia por todos nosotros. Querámoslo o no, Ecuador también es parte de esta guerra.

Aunque es difícil prever todos los efectos que tan insólitas circunstancias acarrearán a nuestro país, algunos son ya predecibles. Para empezar, Estados Unidos se ha visto forzado a entablar diálogo con la dictadura de Nicolás Maduro a fin de satisfacer su demanda petrolera, una jugada que si bien tiene sentido desde la perspectiva estadounidense tendrá efectos nefastos a través de América Latina. Todo parece indicar que las sanciones en contra de Maduro van a reducirse, cosa que significa que los movimientos políticos financiados una vez por el chavismo retomarán fuerza, con todas las terribles implicaciones que ello significa.

Este aumento de la influencia chavista coincidirá con un escenario económico deprimente. La exclusión de Rusia del mercado internacional representará un duro golpe al sector exportador latinoamericano. En el caso ecuatoriano, Rusia era el quinto mercado de exportación más importante, uno de los destinos principales de nuestro banano, camarones, flores, pesca y café. Encontrar un reemplazo será prácticamente imposible a corto y mediano plazo. Del mismo modo, se estima que el 39 % de los fertilizantes usados por nuestros agricultores provenía de ese país, por lo que los costos de esos insumos se incrementarán. A todo esto hay que sumarle el hecho de que la gasolina también subirá de precio como consecuencia de los elevados precios del petróleo, cosa que sin duda alguna será capitalizado por oportunistas, como Leonidas Iza, para intentar desestabilizar a nuestro país.

Sin embargo, pese a este escenario poco alentador, algo importante juega a nuestro favor: las remesas petroleras aumentarán significativamente. El drástico aumento del precio del crudo significa que este es el momento ideal para renegociar nuestros contratos petroleros y nuestra deuda pública, y así empezar a salir del abismo en el que nos dejó la década pérdida. Más aún, el aumento en ingresos estatales nos dará la opción de financiar políticas económicas que contrarresten la crisis que sentirá el sector privado. Si estas cartas son jugadas correctamente por el gobierno de Guillermo Lasso, entonces representarán una importante oportunidad de reabastecer su capital político, algo necesario para enfrentar los tremendos desafíos que se avecinan en el horizonte. El futuro de nuestra patria depende de ello. (O)