La vida está llena de despedidas y reencuentros, de amargas decepciones y dulces emociones, de causalidades disfrazadas de casualidades y de sorprendentes giros del destino que cambian nuestra ruta. Hay también, momentos en los que llegaremos a cuestionarnos ¿por qué no funcionaron nuestras relaciones anteriores, a pesar de haberles dedicado amor, atención y algunas veces muchos años de nuestra vida? Divagamos en esta pregunta sin respuesta hasta que conocemos a la gente correcta. Alguien que llega a borrar nuestra memoria dolorosa para generar recuerdos amorosos.

Sin embargo, es necesario comprender que varias de las personas que pasan por nuestra vida tienen como misión brindarnos aprendizaje y esto incluye reconocer el momento de soltarlas. Jamás debemos aferrarnos porque eso siempre incluirá inseguridades, tampoco es válido guardar resentimientos que solo lastiman. Fito Páez en una de sus canciones más famosas, y que da nombre a esta columna, dice: “Nadie puede y nadie debe vivir, vivir, sin amor”. Creo que, aunque suene cursi, es así. El amor es el motor fundamental para poder avanzar cuando sentimos que el mundo nos pesa. Además, es prioritario confiar en que sí existe el amor después del amor. Es decir, luego de romper una relación a la que le pusimos esfuerzo y sacrificio o aquella en la que evolucionamos profesional, intelectual o emocionalmente gracias a su apoyo, pensamos que nunca aparecerá quien supere esas emociones o experiencias, creemos equivocadamente que esa persona dejó una vara inalcanzable, pero es falso. La vida siempre tiene alguien esperando por nosotros y llegará en una suerte de ironía, justo en el momento en que nuestro amor propio esté saludable y hayamos dejado de buscar la felicidad desde la carencia, para elegir cuidar a la persona del espejo.

Corolario, vivamos confiando en la sabiduría del tiempo perfecto y agradecidos del momento que tenemos...

De esta manera, esta columna la dedico a la vida que se ríe de nosotros y puede tenernos muchos años buscando la felicidad, soñando con el amor o viviendo diversas experiencias que terminan en estrepitosos fracasos, hasta que en el momento en que nos rendimos nos quita el velo de los ojos y podemos ver a quien siempre estuvo muy cerca, solo que antes no era el momento. Recordemos que no importa cuánto tratemos de agitar el reloj de arena, las cosas siempre sucederán en el momento que sea el indicado para que podamos valorar lo que llega a nuestras vidas. Julio Iglesias cantaba: “Alguien, yo sé que alguien va a cruzarse en mi camino, alguien, que va a surgir como una luz o como un grito… alguien, con quien amar y con querer las mismas cosas; alguien, con quien dichoso compartir el mismo aire…” y ese alguien siempre llega y existe, solo debemos ocuparnos de nosotros, arreglar nuestro corazón, para que, desde nuestra paz, podamos darnos una oportunidad.

Corolario, vivamos confiando en la sabiduría del tiempo perfecto y agradecidos del momento que tenemos, como decía el poeta Carlos Pellicer: “Yo había puesto encima de mi pecho un pequeño letrero que decía: ‘Cerrado por demolición’. Y aquí me tiene usted pintando las paredes, abriendo las ventanas, adornando la mesa con la flor amarilla con que paga el otoño sus encantos”. (O)