La patria está en peligro, está enferma; el caos, la corrupción, la inseguridad, las conspiraciones, la crisis económica, la indolencia de la clase política han metastasiado el cuerpo social del país. A esto se suma el narcotráfico y sus secuelas malditas que conspiran en contra de la paz y tranquilidad de los ciudadanos.

Una estrategia común de los enemigos de la democracia es atacar a las Fuerzas Armadas, una institución que tiene como misión fundamental –en el presente y devenir histórico del país– no solo la defensa de la soberanía y la integridad territorial, sino también la protección de los derechos, libertades y garantías de los ciudadanos.

La estrategia de los totalitarismos es harto conocida y han tenido éxito en algunos países, consiste en desprestigiar a las Fuerzas Armadas, luego debilitarlas y, por último, destruirlas; corrompiendo a sus mandos y convirtiéndolos en el instrumento más eficaz para mantenerse en el poder a través de la represión.

Frente a estas amenazas, las Fuerzas Armadas deben hacer un gran esfuerzo en el fiel cumplimiento de sus misiones, tanto en la seguridad interna y externa, como en el apoyo al desarrollo, principalmente en el cordón fronterizo y en las áreas marginales más pobres del país; fortalecer la identidad y cohesión nacional frente a la arremetida brutal del crimen organizado, de la corrupción y del deterioro moral.

En esta hora de incertidumbre que vive nuestra patria, evocamos las sabias palabras del ilustre presidente José María Velasco Ibarra, un discurso pronunciado al inaugurar un campamento militar, el 16 de enero de 1956 y que lleva el título de ‘Las Fuerzas Armadas columna vertebral de la Patria’ (fragmento):

“El Ejército ecuatoriano está por encima de los partidos políticos, está al margen de los partidos políticos, no será jamás obstáculo para que se definan las corrientes cívicas y políticas en el futuro de la República, pero una sola cosa sí impondrá: que ninguna fuerza política pretenda amenguar, rebajar, disminuir a las Fuerzas Armadas ecuatorianas, porque las Fuerzas Armadas ecuatorianas no son asuntos de juego, no son asuntos de pasión, ni asunto de convencionalismos políticos, ni de ambiciones sin fundamento ni base; las Fuerzas ecuatorianas son la raíz misma de la Patria, su brazo, su columna vertebral de la República, su muralla moral; y así como con la Patria no se puede jugar, con la Patria no caben represalias, así también nadie puede jugar con las Fuerzas Armadas ecuatorianas, ni tomar represalias, ni venganzas, ni servirse de ellas en forma antipatriótica y arbitraria. La libertad, amplia libertad, absoluta libertad, pero respeto sagrado a la Patria y a las Fuerzas Armadas ecuatorianas, cimiento, base y defensa de la República”.

Y para quienes pretenden menoscabar el honor y prestigio militar, el ilustre estadista en uno de sus discursos señaló:

“En el honor está sintetizada toda la vida de un hombre, pero especialmente el honor es el eje de la vida militar, (…) en toda profesión hay la posibilidad de la grandeza; pero hay una profesión en la que el honor constituye la esencia de la grandeza, esa es la profesión militar”. (O)