A Maslow se le atribuye la frase. “Supongo que es tentador pensar que si la única herramienta que tienes es un martillo, puedes tratar cualquier cosa como si fuera un clavo”. Frase que evoca la imagen de un niño que ha obtenido su primer martillo y unos pocos clavos. Clavar los mismos le produce gran satisfacción y cuando se le han acabado, entonces todas las demás cosas empiezan a parecer clavos y está tentado de clavar cosas que no son clavos porque hacerlo también sería divertido y fácil.

A ese concepto se lo ha denominado Ley del martillo o el Martillo de oro, y explica muy claramente un sesgo en la forma de pensar que nos induce a querer solucionar cualquier problema con aquello que mejor manejamos.

El martillo de oro son los paradigmas con el que estamos acostumbrados a mirar la realidad, son las tecnologías y las herramientas que usamos reiteradamente para resolver los problemas. Las personas que usan el martillo de oro piensan que las cosas se arreglarán esforzándote más en lo mismo. Estas personas tienen la tendencia a darle poder a una única vía de solución a problemas diferentes, evitando entonces valorar otras alternativas.

Quienes se contagian de la ley del martillo de oro adquieren un sesgo de confirmación por el cual llegan a filtrar los datos de la realidad para que su solución luzca razonable y potencialmente exitosa y encaje con la forma de pensar, fracasando en el examen de los riesgos de la opción preferida. A este efecto Joel Barker lo llamó parálisis paradigmática.

El martillo de oro es hermoso, luce impresionante por estar bañado en oro; sin embargo, es impráctico e inútil para resolver todos los problemas.

El martillo de oro está presente en distintos espacios de decisión, a muchísimas escalas y en problemas de todo tipo, desde la dependencia excesiva de una estrategia comercial hasta un enfoque de inversión. En el campo de la innovación es un lastre que nos tiende a anclar al pasado.

Podemos ser flexibles cuando tenemos más herramientas que un martillo de oro. Para ello no hay que conformarse con la primera solución, la cual por defecto está casi siempre dentro del mismo paradigma. Hay que buscar entender a profundidad los supuestos de lo que realmente está pasando con cifras, hechos y datos. Recordar que no se tiene el patrimonio de la verdad. Someter las soluciones a la discusión con personas de diferentes perfiles de vida y rebotarlas con ellas antes de aplicarlas. No buscar consejeros para la confirmación de lo que se piensa, sino para la divergencia; en este sentido estar dispuestos a escuchar con atención lo que otros nos tienen que decir sin cerrarse ante recomendaciones que luzcan “irreverentes”. Apostar a soluciones basadas en otras lógicas que han funcionado en problemas similares. Estar dispuestos a explorar otras alternativas.

De cara al 2022, identifiquemos cuáles han sido los logros alcanzados y celebrémoslos en el año que termina, pero sobre todo pensemos en cuáles han sido los martillos que hemos usado, quizás ya es el momento de cambiarlos. (O)