Poco ha acaparado más atención de los dos últimos presidentes que el perfecto eslogan político “el Gobierno lucha contra la desnutrición crónica infantil”. Es una táctica sencilla; diga lo que diga, nadie puede oponerse a lo que un presidente anuncie que hará para salvar la infancia. Pero, detrás de la fachada, se están promoviendo grandes intereses privados que más bien deberían ponerse bajo control dentro de una estrategia de erradicación de la desnutrición.

Unidos contra la desnutrición

Guillermo Lasso trató de darse crédito por un supuesto decrecimiento en la tasa de niños desnutridos, pero los resultados de la Encuesta Nacional sobre Desnutrición Infantil (ENDI) han sido cuestionados repetidamente, incluso por el presidente actual –de similar tendencia política. Lasso había allanado el camino para involucrar y beneficiar a las corporaciones de alimentos y bebidas, y quería poner la guinda en el pastel al decir que las alianzas público-privadas fueron fundamentales para el éxito. Su recortado mandato no le permitió ondear la bandera sobre la loma que supuestamente había coronado.

Daniel Noboa no tiene tiempo de acumular muchos logros, reales o imaginarios, para ganar votos. Su mayor anuncio ha sido que hay trece proyectos de trabajo contra la desnutrición infantil que esperan recibir financiamiento de empresas privadas a cambio de incentivos tributarios. Además de obtener este beneficio, las corporaciones globales y locales influyen en la opinión pública al vincularse a iniciativas con alto valor mediático.

Según estudios bastante comprensivos publicados en revistas del grupo Lancet, las organizaciones sin fines de lucro (llamadas entidades no comerciales) creadas bajo el amparo de estas empresas son la punta de lanza de su misión para mantener vínculos lo más directos posible con gobiernos.

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En la parábola de las cucharas largas, el infierno estaba lleno de gente hambrienta que no podía alimentarse pues no podía llevarse la comida a la boca con los únicos utensilios a su disposición, unas cucharas de mango muy largo. En el paraíso, con las mismas cucharas, los comensales se alimentaban entre ellos para ayudarse a sobrevivir y disfrutar los platillos que les servían. En Ecuador, con cubiertos hechos a su medida, políticos y empresarios orientan la estrategia nacional contra la desnutrición infantil a través de microproyectos focalizados. Pero el país no necesita programas filantrópicos, sino una política gubernamental sostenida de erradicación de la pobreza, de la mano de una lucha integral y sistemática contra el embarazo adolescente.

Hasta el 31 de mayo, la Asamblea Nacional de Ecuador recibirá comentarios sobre el proyecto de Ley Orgánica de Malnutrición y Desnutrición. El artículo 25 contiene una mención general –mal redactada– sobre la prevención del conflicto de interés en políticas y acciones dirigidas a la malnutrición, que omite incluir explícitamente la desnutrición infantil. Como mínimo, este texto debe considerar los riesgos de permitir que se use el bienestar infantil como moneda de cambio. Se necesita una descripción más clara del concepto de conflicto de interés y estipulaciones más precisas y estrictas en contra de él. (O)