Desde siempre en el Ecuador se ha escuchado, y repetidamente, que la carga de la deuda, y en especial la externa, ha sido un dogal atado a una pesada roca que ha arrastrado al Ecuador a la pobreza. Casi se le atribuye ser la primera causa de nuestro retraso.

De este enunciado ha surgido en infinidad de ocasiones la teoría del repudio, del no pago de la deuda, para así “liberar recursos” que se pueden usar para combatir la pobreza.

Dentro de la limitación de un artículo de página editorial, trataré de explicar la gran falacia que es esto.

Y hay que comenzar diciendo que el Ecuador históricamente no ha pagado la deuda. Y esto muy especialmente a partir de los años 70 del siglo pasado, en los cuales el país accedió por primera vez a los mercados financieros internacionales en forma sistemática, y no ocasional, y a los créditos con los organismos multilaterales.

¿Y por qué sostengo esto? Porque la deuda siempre ha ido en aumento. Si el Ecuador hubiese bajado el saldo de la deuda, entonces la habría pagado, o por lo menos habría abonado una parte del capital. Pero si el saldo ha ido aumentando, como de hecho ha sucedido, entonces es obvio que no la ha pagado.

¿Qué sucede en la práctica? Que lo que el Ecuador “paga” lo hace tomando recursos de nuevos préstamos. Por lo tanto, hay un pago contable de la deuda, pero no un pago económico, no un pago que signifique un sacrificio, un impuesto o un esfuerzo del país.

Todos los países hacen esto. Los EE. UU. deben más que hace diez años. El Japón igual. Los países europeos también y la China por igual.

Para mayor facilidad de los lectores, usemos un ejemplo. Supongamos que una empresa toma un millón de dólares de crédito en el banco A. A fin de año, sumados los intereses, tiene que pagar $ 1,1 millones. Entonces, la empresa va al banco B y pide prestado $ 1,3 millones; con eso “paga” los $ 1,1 millones que le debe al banco A y se queda en caja con 200.000 dólares, para hacer lo que quiera con ese dinero. Esa empresa puede invertir los $ 200.000 adicionales o puede usarlos muy mal; tiene ambas opciones. ¿Ha vendido un activo la empresa para pagar el millón original más los 100.000 de intereses? No. ¿Ha pedido un aumento de capital a sus socios, lo cual significaría un sacrificio, para pagar? No. En la práctica, con el crédito del banco B le pagó al banco A . Al segundo año, la empresa va al banco C, pide $ 1,5 millones, “paga” al banco B y se queda con efectivo en caja. Entonces, en igual manera, el crédito del banco C paga el del banco B.

Cuando se menciona en la actualidad que el país tiene que “pagar” durante los próximos años casi 10.000 millones de dólares por capital e intereses de la deuda por año, no se menciona cuánto ingresará al país por concepto de nuevos flujos de capital o por renovaciones de obligaciones de deuda interna. En la deuda interna, el Estado entregará nuevos bonos y los canjeará por los viejos. En lo externo, entrarán nuevos préstamos y se cancelarán los anteriores.

En resumidas cuentas, la pobreza, la falta de recursos, no viene por el supuesto peso de la deuda. Viene por las malas políticas; viene por los subsidios que se consumen los recursos; viene por la falta de inversión que se genera por malas políticas de tasas de interés y la inseguridad jurídica; viene por el riesgo país que se genera porque precisamente el Ecuador en muchas ocasiones ha hecho default y no ha pagado, y porque los mercados ven que no se hace lo correcto; viene porque se continúa en el Ecuador sin entender que la economía libre, y no la dirigida por el intervencionismo estatal, es la que permite el crecimiento; viene por la corrupción de muchos años que ha hecho que se malgasten los recursos en una forma criminal, impidiendo que el Ecuador se desarrolle correctamente.

Lo más triste de la deuda del Ecuador es que su total es inferior al valor que se ha entregado por concepto de subsidios de los combustibles. En otras palabras, todo lo que el Ecuador ha tomado de deudas interna y externa se ha usado para subsidiar los combustibles. No hay país del mundo con una inconsistencia e incoherencia económica y social tan grande, y un despilfarro de esta naturaleza.

No se trata, por lo tanto, de ver cuánto es la deuda y cuánto nos toca pagar en los próximos años. Finalmente se paga con el roll over de ella, como hacen todos los países del mundo, ricos y pobres. De lo que se trata es de las grandes reformas que no se ven venir, porque la sociedad no se sienta a analizar seriamente los grandes temas y a llegar a acuerdos sobre esos grandes temas.

Hacia comienzos del siglo XX, los EE. UU. y la Argentina eran grandes deudores. Inglaterra, Francia y Alemania, países prestamistas. ¿Cómo está hoy EE. UU. y cómo la Argentina? Los unos supieron usar su deuda; los otros supieron volverse una máquina de subsidios e ineficiencia.

La deuda no ha sido el problema. La externa la hemos pagado con más deuda, no con sacrificios. La tristeza es lo mal que se ha usado. (O)