Al regresar de Múnich, Chamberlain dijo a una multitud emocionada en el aeropuerto de Heston: “Es la paz para nuestro tiempo”, y agitó el acuerdo que había firmado con Hitler. Este fue el punto culminante de su política de apaciguamiento. Seis meses después, Hitler incumplió sus promesas y ordenó a sus ejércitos que marcharan hacia Praga. En un año estaban en guerra con Alemania.

Traigo a la memoria esta conocida proclama del primer ministro inglés, al escuchar, ante el ultimátum de nuevas movilizaciones de los “movimientos sociales”, anunciar al ministro de Gobierno la decisión presidencial de satisfacer sus últimas exigencias económicas. Expedir el respectivo decreto ejecutivo, cediendo ante las amenazas repetidas diariamente por los líderes de los “movimientos sociales”. Que las deudas con la banca pública hasta diez mil dólares sean condonadas y/o refinanciadas a largo plazo, afectando la deteriorada liquidez de este sistema.

Movimientos sociales demandan al Gobierno que decrete condonación de deudas y anuncian una evaluación de cumplimiento de acuerdos en 90 días

Este es el último acuerdo con que el premier y el Gobierno habrían logrado la paz por parte de los “movimientos sociales”. Grupo beligerante, protagonista de los desmanes y atentados que sufrieron la capital y el país, erigido en sus supervisores, condicionaba su repetición a su cumplimiento.

Estas desmesuradas exigencias no son otra cosa que el fruto de planificadas estrategias. Desgastan la democracia.

Algunos de estos numerosos acuerdos carecen del favor de la afectada mayoría ciudadana. Pero también es cierto que este pasivo desagrado no se ha hecho presente en las calles. Olvidan que lo único que se necesita para que el mal triunfe es que los buenos no hagan nada. Mas no pueden manifestar activamente su repudio a la ya crónica coacción de este grupo social al régimen, porque los “dueños de las calles” son precisamente aquellos que están detrás de estos, apoyando sus pretensiones, socavando la paz.

Si a lo anterior sumamos la crisis de inseguridad que padece el país, la violencia, el crimen organizado y el narcotráfico, pocos son los recursos de los que dispone el Gobierno para enfrentar a las pretensiones de estos “movimientos sociales”. Ante esta dura realidad, el régimen habría tenido que ceder.

¿Qué se ha logrado?

Estas desmesuradas exigencias no son otra cosa que el fruto de planificadas estrategias. Desgastan la democracia. La corroen. Amenazan su subsistencia en el futuro. Felipe González, el estadista español, expresaba que la democracia es el único sistema político que tiene dentro de sí misma los mecanismos para su defensa, ante su desvío o el ataque de sus enemigos.

Ante la falta de apoyo político de las demás fuentes reales del poder y frente a la crisis existencial que atraviesa el país, solo le queda al presidente de la República hacer uso del más apropiado recurso democrático, que previsoramente proporciona nuestra democracia constitucional para su defensa y la del Estado de derecho. Recurrir al soberano. La consulta popular. Obtener así el respaldo necesario para la total o parcial ratificación o rechazo a los acuerdos. La decisión presidencial de introducir aún la pregunta es la única vía democrática para fortalecer el imperio de una paz duradera.

La historia es la maestra. ¡Es el precio de la paz! (O)