Como se sabe, el PIB es una métrica importante para comparar economías a nivel global y para entender el crecimiento económico de un país. En la medida de su crecimiento, debe entenderse que se está en presencia de una economía en expansión; y, a la inversa, cuando existe una caída o valores negativos de este valor macroeconómico, podría hablarse de recesión. En el Ecuador, el propio Banco Central ya lo anunciaba en julio de este año.
Ahora bien, la emergencia sanitaria mundial causada por la pandemia del COVID-19 impactó directamente en el desempeño económico de todos los países del mundo, afectando la movilidad de las personas y el normal funcionamiento de establecimientos productivos, comerciales e industriales.
En el caso del Ecuador la pandemia fue determinante para que en 2020 el Producto Interno Bruto (PIB) en términos constantes totalizara 66.308 millones de dólares, lo que representó una caída de 7,8 %, según los datos publicados en la página web del Banco Central del Ecuador.
En estas horas de oscuridad permanente me pregunto: ¿cuál será el impacto a nuestra economía el hecho de que los apagones continúen en los próximos meses? Según las mismas proyecciones del Banco Central, hasta antes del comienzo del último trimestre del año, el PIB iba a crecer al 0,9 % en el 2024. Sin embargo, como se están produciendo los acontecimientos al cierre de la redacción de esta columna, lo más probable es que termine en negativo.
¿A cuánto llegaría el decrecimiento del producto interno bruto? Pues no es fácil responder a este interrogante. En primer lugar, el impacto de los apagones está afectando solamente el último trimestre del año, lo que se traduce en una lógica y obligada desaceleración de la economía. Segundo, mucho va a depender de las políticas públicas que a partir de ahora adopte el Gobierno central, respecto de cómo enfrentar el estiaje, así como del aumento o disminución de los apagones, tanto en el sector comercial, pero sobre todo del industrial. Y tercero, la rapidez con que las contrataciones de energía térmica se puedan realizar para disminuir el déficit energético que actualmente estamos padeciendo.
¿Qué podemos hacer para ayudar a resolver la crisis desde nuestros espacios familiares, empresariales e industriales?
En primer término exigirles a nuestros mandatarios, tanto el poder Ejecutivo como el poder Legislativo, que depongan actitudes politiqueras en estos graves momentos que estamos viviendo y piensen en nosotros y no en sus intereses electoreros o personales. En segundo grado de importancia, exigir a los funcionarios que manejen el tema eléctrico, un nivel importante de certeza y de previsibilidad en sus decisiones. Y en tercer puesto y no menos importante, racionalizar el consumo de energía en nuestros hogares y negocios.
El país hoy más que nunca demanda sensatez, responsabilidad, coherencia y solidaridad de la clase política que nos gobierna. ¿Es tan difícil exigirles, en este gravísimo momento, estos cuatro valores fundamentales? (O)