El femi(ni)cidio es una realidad que nos toca vivir a las mujeres por el hecho de solo serlo. Cada vez aumenta el número de mujeres asesinadas por sus parejas, amigos, conocidos. En este país hay una deuda con las mujeres y aún más con las de pueblos y nacionalidades. No tenemos números reales, pero cada vez más están asesinando también a las mujeres de nuestras comunidades.

En su mayoría son mujeres jóvenes que se estaban separando o estaban en un ciclo de violencia continua, eran madres, sus hijos no han sido contados ni reparados con pertinencia cultural. El adultocentrismo niega cualquier asunto que tenga que ver con los niños y las niñas. Las consecuencias psicosociales de un femicidio marcan por completo la vida integral y desarrollo de un niño/a. En su mayoría siguen la cadena de violencia dentro del hogar, son más susceptibles a la pobreza y precariedad, y a la deserción escolar. La vida mental de los niños no ha sido tomada en cuenta y el Estado no invierte con prioridad en la población infanto-juvenil. También ha sido un tema poco intervenido desde las agendas de las ONG.

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Por otro lado, la ausencia de datos estadísticos de las mujeres originarias asesinadas sigue mostrando las desigualdades estructurales y mentales existentes desde el Estado. Solo contamos con datos desde el 2015, gracias al conteo de la Alianza Feminista por el mapeo de los femicidios en Ecuador que de acuerdo con sus fuentes recaban una lista de 32 mujeres de pueblos y nacionalidades que han sido asesinadas hasta la actualidad. La lista lleva los nombres de Hemérida, Mirian, Isabel, Nelly, Érika, María Luisa, Marianela, Marlene, Jenny, Rosa, Zoila, Neyda, Elvia, Gissela, Sisa, Émili, Lidia, Carmen, Bertha, María, Blanca, Yolanda, Cristina, Margarita, Aýda, Karina, Ofelia, Dayana, Belcy, Melani, Tamia, Susana, Meybi.

Los feminicidios son formas de despojo, en la que el Estado también se suma a la inacción, así como ha pasado con el feminicidio de María Belén Bernal, asesinada dentro de una institución pública. Los cuerpos femeninos destrozados ocurren porque hay una comunidad masculinizada, patriarcal, racista naturalizada.

El cuerpo de María Belén fue encontrado un 21 de septiembre, día del equinoccio femenino, día y espacio/tiempo del sagrado femenino, sin embargo los femicidios no tienen barreras, ni descansan, es una guerra continua donde desaparecen las vidas de las mujeres. En estos días es importante no solo hacer ritualidades celebrando lo femenino, sino evocar, nombrar también las formas de violencia, hablar del lado oculto de la sociedad que suele ser muy difícil nombrarlo y llevarlo al lado visible junto a las ritualidades andinas. Es necesario reconocer la importancia de la época de la siembra, de dar la bienvenida al equinoccio, pero a la vez se requiere que las mujeres estemos bien en un alli kawsay.

Es hora de incomodar nuestra conciencia, nuestra cultura, anunciar que nosotros no estamos de acuerdo con los asesinatos a las mujeres bajo ninguna diferencia, es importante exigir transparencia y agilidad en la atención y reparación por cada una de las vidas perdidas. Exigir verdad y claridad, porque todas somos María Belén. (O)