El discurso del presidente Noboa el 24 de mayo, como es natural, suscita diferentes comentarios. Me parece que fue una condensada exposición de sus propósitos para este periodo de cuatro años. No puede anticipar todo lo que quisiera realizar, ni tampoco en un discurso de esa categoría presentar los medios para alcanzar sus fines. En el estilo más bien lacónico del presidente, una exposición de 21 minutos es bastante. Cómo va a financiar la carretera más importante del país, que une la capital con el Puerto Principal es algo por verse. En algún momento, hace pocos lustros, se habló del tema: concesionar al sector privado la construcción y que se pague con peaje. Alguien había hecho estudios y parece que la cantidad posible de usuarios no era suficiente para recuperar la inversión. Ahora puede ser diferente. Con este sistema, un consorcio de firmas italianas, Cofit, construyó el puente sobre el río Guayas, que se pagó con peaje en siete años en lugar de los diez que duraba la concesión.
También mencionó el quinto puente. Es una necesidad vital para hacer fluir y abaratar el tránsito que llega de la Sierra central y sur al puerto marítimo de Guayaquil. Es obvio que puede usarse el mismo método de concesión y cobro de peaje.
Estas dos grandes obras de vialidad son imprescindibles, pero el discurso presidencial no puede decir cómo se van a financiar porque debe buscar las mejores condiciones, empezando por decidir qué organismo será responsable de su ejecución. Tal vez sea el Consejo Provincial.
En el mismo acto me impresionó gratamente la ovación merecida que recibió la doctora Annabella Azín, y la de la parte final del discurso del presidente, que no calló mientras los concurrentes lo aplaudían de pie. Nunca vi algo semejante, ni siquiera en los tiempos de Velasco Ibarra, cuya fogosa oratoria concitaba gran admiración.
Como nada es gratuito, estas adhesiones al presidente Noboa tienen un precio muy grande que pagar. Está en deuda con el pueblo que lo eligió. No puede desilusionarlo, debe hacer un buen gobierno con la patriótica ayuda de sus ministros y altos ejecutivos. Sabe que la administración pública está contaminada del virus del correísmo, porque son los mismos burócratas de carrera. Ellos son quienes realmente gobiernan el país. Sucede lo mismo aquí y en Cafarnaúm. Pero son redimibles, haciendo que participen para que sientan como suyos los proyectos y trabajos.
La nota amarga del coctel la puso el presidente Petro con sus modales desabridos y la ofensiva impertinencia de afirmar que aquí hay presos políticos. Tiene fama de ser impuntual, es decir, que los demás no le importan y así llegó atrasado a la ceremonia. Vimos el desprecio a la presidenta del Perú y la dignidad de la señora que no le dio importancia. Tal vez ya lo conozca. Aquí no hay presos políticos. Quienes están en las cárceles recibieron sentencias ejecutoriadas por delitos contra la administración pública. No me refiero a los presos indigentes sino a quienes se dicen ellos mismos que son inocentes y que su prisión es injusta. Los jueces no los condenaron sin pruebas fehacientes. Deben cumplir sus condenas. Es la ley. (O)