La potencia agrícola nacional radica en varios aspectos, entre ellos los relacionados con la bondad de su maravillosa naturaleza, especialmente pródiga por su ubicación entre los trópicos de Cáncer y Capricornio, favorecida por la particularidad de ser cruzada por la línea equinoccial, facilitando con ello que el astro rey emita su vivificante esplendor induciendo a la eficacia de la más importante función biológica que permite a las plantas la incesante producción de alimentos, capaz de distribuirlos a todo el mundo. Comprende, además, la ganadería, acuicultura, pesca y forestación.

Por su especial localización geográfica, se pensaría que Ecuador posee un ambiente con un calor abrasador durante todo el año, cuando en realidad se muestra colmado de una diversidad de climas y microclimas, en virtud de la presencia de la cordillera de los Andes y elevaciones que surcan su parte costera, además del maravilloso influjo de corrientes marinas que le han dotado de medios propicios para todo tipo de cultivos, desde los tropicales propiamente dichos, hasta los templados y fríos, donde crecen diversos animales y vegetales, panorama complementado con una zona de influencia amazónica y un conjunto de pintorescas islas o islotes, predilección de turistas, porque alberga una fauna envidiable.

Sus fértiles campiñas resultan de suelos enriquecidos con horizontes suculentos en materia orgánica y multiplicidad de microorganismos benéficos, con sectores de tal espesor que los vuelven codiciados por visionarios inversionistas que encuentran en ellos la forma más propicia para la implantación de diferentes cultivares en Sierra, Costa y Amazonía, haciendo sentir su fascinación en los más exigentes mercados, respondiendo a la demanda de satisfechos consumidores.

Dispone de un trópico seco con desarrollo de especies que rinden mejor en condiciones semiáridas. Su cinta costanera es acariciada por un inmenso y tranquilo mar donde progresa una actividad pesquera de probada eficacia, aún sin considerar el enorme futuro del cultivo en cautiverio que sus verdes aguas desean, sumadas a las exitosas explotaciones en el continente que acumulan recursos a la creciente acuacultura, que ha colocado al camarón en el primer renglón de exportación no petrolera.

Atesora valles abrigados en la Sierra, donde proliferan flores de corte, frutales y hortalizas para la venta a países de cuatro estaciones, sin dejar atrás una ganadería rentable, todo complementado con aprovisionamiento de agua gracias a obras monumentales no aprovechadas en sistemas de regadío a nivel de fincas, aunado a la existencia de acuíferos en las capas del subsuelo, donde subyace una minería ávida de aprovechamiento sustentable. Lo dicho, apoyado en versátiles puertos públicos y privados, preparados para enviar productos a los más distantes terminales marítimos del orbe.

El éxito de la actividad está condicionado al correcto, justo y rápido pago de las cosechas, la conservación de la capa fértil de los campos de labranza, la pronta y urgente recuperación de muchos degradados, aspectos convertidos en profundos y sentidos objetivos nacionales. (O)