Algo que debo reconocer en nuestro país es que lamentablemente sufrimos de amnesia colectiva, tal vez empujados por la necesidad de atención en nuevo hecho o acontecimiento que tenga el país, tal vez por el cúmulo de problemas a los que nos enfrentamos, o tal vez simplemente la indiferencia tóxica que nuestra idiosincrasia gobierna cuando se trata de política, elecciones o consultas.

Al final del día nos da lo mismo quién esté en un cargo de elección popular, igual tendremos que levantarnos nuevamente a trabajar para pagar las cuentas, los impuestos, las multas, o lo que sea que se inventen para meternos la mano al bolsillo y pagar las consecuencias de los sobreprecios, la farra y el despilfarro de los que elegimos como gobernantes.

Pero a lo que me resisto, querido lector, es a que nos vean la cara.

Los ecuatorianos podemos ser cualquier cosa menos idiotas, y es indignante ver que existan momias políticas que aún quieran burlarse de nosotros.

Hace unos cuantos días, sinceramente creí que se trataba de un meme de mal gusto, el “loco que ama” anunciaba su intención de ser candidato presidencial, o en el peor de los casos ser alcalde de Guayaquil, porque al pobre hombre solo le bastaba “patrullar” la ciudad para ganar.

Entiendo que las generaciones que nacieron en la época de la supuesta década ganada no crean que exista algo más ruin y mentiroso que esta infame revolución, pero querida generación Z, les cuento que existió un presidente que bailaba en tarimas con mujeres a las que las utilizaba como objeto, que se impuso el número 9 1/2, en la camiseta del equipo de fútbol Barcelona, que decía que gastaba nuestro dinero en hoteles de lujo para pernoctar, porque en el Palacio de Carondelet hay fantasmas, un tipo desagradable que se lamía los dedos después de comer en un acto oficial de Estado, ante la mirada atónita de todos los presentes. Ecuador dio la vuelta al mundo con esta repulsiva imagen. Él dice amar a los pobres, pero vive entre lujos, y no, no es que recientemente lo investigan por casos de corrupción en los hospitales durante pandemia, ¡qué va!, se le prescribió una causa por peculado en un programa de su gobierno que se llamaba la mochila escolar, tenía su propia leche “Abdalact”, que salió del mercado por su mala calidad, nunca rindió cuentas ni él ni sus ministros. Un seleccionador de fútbol fue agredido por no haber convocado a su “talentoso” hijo para que jugara en la selección del Ecuador.

Todo esto es lo que representa, lo que heredamos como país, y se me van muchas otras cosas más, pero a lo que quiero llegar más allá de refrescar la memoria, es que como país, como electores, aun los políticos no nos respeten, que crean que nos pueden seguir engañando, crean que somos el pueblo de pan y circo, y lo que me preocupa aún más es que nuestro alzhéimer electoral le permita aspirar a ser un nuevo caza fantasmas en Carondelet, cuando su solo anuncio constituye una grave amenaza. (O)