Ecuador es sin duda alguna uno de los países más megadiversos del mundo. Cuenta con 18´ 499.141,75 hectáreas de áreas protegidas, lo cual implica aproximadamente el 14 % de su territorio bajo protección especial. Sin desmerecer el resto de ecosistemas y hábitats que conforman este pequeño pedazo de tierra ubicado en la mitad del mundo, las islas Galápagos suelen llevarse el protagonismo, a tal punto que han sido declaradas patrimonio natural de la humanidad y son el lugar de referencia de muchos extranjeros para identificar el país.

Las Islas Encantadas (como suelen ser denominadas) han sido la base de múltiples estudios sobre diversos temas, entre ellos la posible inspiración para la teoría de la evolución de Charles Darwin, convirtiéndolas en un lugar predilecto para investigadores y académicos. Debido a su belleza y a la conservación de sus ecosistemas, permite, asimismo, el desarrollo turístico del país, dando la oportunidad a quienes las visitan a tener realmente un encuentro directo con la naturaleza.

Estas singularidades no han pasado desapercibidas para el actual Gobierno, el cual, demostrando su claro compromiso con la transición ecológica y los compromisos adquiridos en la COP26, mediante Decreto Ejecutivo N.º 319 suscrito el 14 de enero del 2022, creó la nueva reserva marina denominada Hermandad, de 60.000 km2, los que sumados a los 133.000 km2 ya existentes totalizarían 193.000 km2. Dicha nueva reserva estaría dividida de la siguiente forma: 30.000 km2 de zona de no producción pesquera (no take zone) y 30.000 km2 de zona de no palangre (no long line zone).

Sin duda alguna, se trata de una iniciativa muy positiva, pero en definitiva muy sacrificada, toda vez que el Ecuador cuenta con un sector pesquero robusto que mantiene mucha influencia sobre la economía y la política del país. De esta forma, limitar el espacio de extracción de recursos a las flotas nacionales podría generar un detrimento a los ingresos que percibe el Estado, así como a las empresas y personas que subsisten de dichas actividades. Por lo tanto, la decisión adoptada indiscutiblemente constituye un cambio de paradigma, donde se ha logrado sopesar la conservación ambiental sobre la generación de riquezas, siendo este un dilema de muy difícil resolución, más aún tomando en consideración la fuerte crisis que se deriva de una pandemia todavía presente.

Por otro lado, no es menos cierto que conservar no es solo limitar, sino que implica también asegurar los recursos para la misma industria, generando mayores beneficios a largo plazo. Bajo esta óptica, la sostenibilidad, más que consistir en una apuesta o posición, se vuelve una inversión prudente y necesaria, cuyos frutos serán aprovechados por generaciones venideras. Gaylord Nelson, político norteamericano, señaló que “la prueba definitiva de la conciencia de los seres humanos hoy puede ser su voluntad de sacrificar algo hoy para las generaciones futuras cuyas palabras de agradecimiento no escucharán”.

Este pequeño país de Sudamérica contribuye solamente con el 0,18 % de las emisiones globales, no estando ni remotamente cerca de los primeros países más contaminantes. Sin embargo, con este gesto ha logrado demostrar comprensión y preocupación sobre la problemática ambiental que afecta al mundo entero. Importante lección se deja: que no es necesario ser grande o pequeño para sumar a esta causa por la protección de nuestro planeta. (O)