Los libros que leemos, si en el acto de lectura ha habido una atención debida, nos hablan, por supuesto, del tema que el autor ha elegido tratar en el texto y, también, nos ponen a los lectores a vernos en el contexto de lo leído. No importa si lo que se relata sucede en otras latitudes y en otros tiempos: como lectores trasladamos esa experiencia y nos interrogamos acerca de nosotros en nuestro presente. La lectura nos coloca con sólidos fundamentos en el mundo real. Leer es una actividad que ensancha nuestra comprensión de la vida. Por eso estimular la lectura es una política pública en los países que buscan una ciudadanía consciente.

El arqueólogo alemán Tonio Hölscher publicó El nadador de Paestum: juventud, eros y mar en la antigua Grecia (Barcelona: Crítica, 2022), en el que ofrece una renovada interpretación de la imagen de un nadador –un clavadista– que se lanza al mar desde una torre aparentemente construida para el efecto. Lo curioso es que esta imagen fue descubierta, en 1968, en una tumba construida hacia el año 480 a. C. Según el arqueólogo, este dibujo es un ejemplo único de la gran pintura griega que plasmó, con elegancia y gracia corpóreas, colores vivos en medio del lechoso mundo del mármol propio de la época.

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Luego de cuestionar interpretaciones de carácter místico, que afirman que la imagen representa el paso de la vida a la muerte, Hölscher va hilando su argumentación de tal forma que, dos mil quinientos años después, nos ofrece un retrato único de “un mundo de euforia y alegría de vivir” de los jóvenes en la Grecia antigua: “Así, la escena se convierte en antítesis del control absoluto con el que hoy en día los preparamos para la ‘vida en serio’, a través de los caminos asfaltados de la formación curricular, acotados por las exigencias del cumplimiento del deber, los certificados y los exámenes estampados en serie”.

Los estudios de arqueología tienen mucho que revelarnos sobre este país tan necesitado de horizontes culturales.

De este modo, al interpretar una pintura antigua, Hölscher llama la atención sobre uno de los temas que nunca tendrá una respuesta definitiva: la educación de los niños y los adolescentes. Si seguimos los razonamientos del autor, los griegos apostaron con entusiasmo por el desarrollo del cuerpo, el espíritu y el amor por el riesgo. ¿En qué nociones se funda la educación pública y particular en el Ecuador de hoy? ¿Ha logrado equilibrar el desdén por el conocimiento y el entusiasmo por el aprendizaje de habilidades? ¿Desarrollan nuestros jóvenes las herramientas para, poco a poco, convertirse en ciudadanos proactivos?

En la Grecia arcaica los jóvenes eran la esperanza de la comunidad, pero se evitaba dejarlos solos. Los jóvenes se movían sin ataduras, pero bajo la orientación afectiva de los mayores. “Hoy en día, en cambio, los jóvenes viven bajo la presión de encajar y de lograr el éxito material, pero se les deja cultural y emocionalmente solos”, dice Hölscher (en la traducción de Lara Cortés Fernández). De otro lado, descubrimos en este libro la centralidad de la arqueología que, al excavar nuestro pasado, nos provee de coordenadas para un presente mejor. Los estudios de arqueología tienen mucho que revelarnos sobre este país tan necesitado de horizontes culturales. (O)