Próximos a llegar a la mitad del año, los problemas que creíamos iban a tener solución amenazan con aplastarnos. Lo que no sabemos muy bien es cómo superarlos y encontrar la salida del túnel.

Nos llenan de impotencia, inacción y pedidos de recurrir a la fuerza. O a salir del país los que pueden o de los barrios en que vivimos, o al cierre de negocios, para recomenzar en otro entorno, vencidos, esperanzados y enojados.

Y están los que se quedan, sumisos y callados, buscando sobrevivir, esperando un milagro que tarda. Pero los que hacen frente, se involucran, proponen y actúan, esos lo manifestarán. La historia, esa gran maestra, nos dice que es posible. Pero también enseña que no se logra sin unidad y con un esfuerzo conjunto. Nos dice que a veces hay que negociar como Mandela, Gandhi y tantos otros que son faros que iluminan muchas rutas. Y otras, que es mejor no ceder, enfrentar y aceptar las consecuencias del combate como Churchill con la Alemania nazi.

¿Y la educación, qué?

No se inventa el futuro mirando solo el pasado, hay que comprender el mundo y la propia realidad. Ningún presidente puede ni podrá resolver solo los inextricables atascos políticos, sociales, económicos.

Somos parte de una red en la que hay que comprender los cambios. La visión de futuro siempre es minoritaria, porque sus resultados no son inmediatos, pero guían las acciones del presente. Por eso son necesarios los partidos, pocos y claros en la ruta que proponen para hacer realidad esa visión. La multiplicidad de partidos solo expone los personalismos y manifiesta el populismo. Proclama la atomización del tejido social que requiere innovación y raíces al mismo tiempo. Que busca aprendizaje y necesita experiencia

Entre las muchas tareas necesarias y urgentes hay una que siempre se posterga en aras de la efectividad de las acciones, y es la de transformar nuestra manera de hablar, de pensar y actuar conjuntamente, para crear la posibilidad de salir de la casa prisión, el parque prisión, las ciudadelas prisión, las comunidades prisión, los centros comerciales prisión, la ciudad prisión, el país prisión. En vísperas de campañas electorales, ¿cuál es ese propósito común como país que debemos lograr?

La salida del túnel

Está claro que hay que mejorar la economía con marcado acento en la población excluida, que la buena educación es una tarea a largo plazo de aplicación inmediata, y que la buena nutrición infantil es fundamental. Que la corrupción debe ser combatida en todas sus manifestaciones y la naturaleza hay que respetarla. Que la seguridad es prioritaria.

Los diálogos de Cusín de finales del 90, las mesas de convergencia de la fundación Esquel, las mesas de valores y otras propuestas que reunieron y reúnen personas de diferente ideología, origen, profesiones, construyeron y construyen una base sobre la que avanzar en momentos críticos para el país. Son experiencias que deberían multiplicarse en los barrios, en las universidades, en los colegios. Crear semilleros de democracia que incidan realmente en las instituciones públicas con las que están relacionadas, gobiernos autónomos, empresas, centros educativos. Cuando las personas se relacionan, se escuchan y construyen en común, se habla en nosotros, entonces estamos aptos para ponernos de pie en un esfuerzo conjunto. (O)