Frente a la crisis, es decir, ante el colapso de las instituciones, el descrédito de los valores, la decadencia de la legalidad, el hundimiento de la política, la ausencia de élites y la desaparición de las mínimas condiciones de seguridad, y sin olvidar los problemas de la economía y las migraciones, solamente hay dos posibilidades: (i) quejarse, propiciar la angustia, buscar culpables, transferir la responsabilidad, o (ii) pensarla, buscar las causas y las razones y, con la necesaria serenidad, explorar los caminos para entender al menos algunas de sus facetas.
Un riesgo evidente es verbalizar la crisis, quedarse en los textos, agotarse en los chats y entonar el himno de la derrota. A este riesgo contribuye la desinformación, la saturación de medias verdades y mentiras, la especulación sobre causas y responsables, y por cierto, la construcción de miedos y fantasmas. Y contribuye también la extraordinaria dependencia de la digitalización y de la saturación informativa.
Byung-Chul Han, el pensador alemán/coreano, y uno de los intelectuales más leídos del mundo, dice con acierto: “La digitalización del mundo en que vivimos avanza inexorable. Somete nuestra percepción, nuestra relación con el mundo y nuestra convivencia a un cambio radical. Nos sentimos aturdidos por el frenesí comunicativo e informativo. El tsunami de información desata fuerzas destructivas. Entre tanto, se ha apoderado también de la esfera política y está provocando distorsiones y trastornos masivos en el proceso democrático. La democracia está degenerando en infocracia”.
La superación de la crisis requiere serenidad, pero la hipercomunicación contribuye a la agitación, a la especulación y a reacciones políticas irracionales. La superación de la crisis requiere de la maduración de un proyecto, de fundamentos, de razones que con frecuencia nacen del debate. En la infocracia no hay debate, es una guerra de información y de desinformación.
“En las campañas electorales entendidas como guerras de información, no son ya los mejores argumentos los que prevalecen, sino los algoritmos más inteligentes. En esta infocracia, en esta guerra de la información, no hay lugar para el discurso”. “La democracia se hunde en una jungla impenetrable de desinformación” (Byung-Chul Han; en Infocracia. La digitalización y la crisis de la democracia).
La ciudadanía, concepto que fundó la Ilustración, y que está en la base del sistema democrático, ha sido reemplazada por una masa de seguidores apasionados por el espectáculo. La opinión pública, que fue sustento del sistema, no existe. Hay un caos de las opiniones de cada cual, comentarios breves y párrafos sumarios, tiktoks o videos que apenas expresan la primaria respuesta a la noticia.
Así, pues, al pensar la crisis, habrá, además, que elegir entre la democracia y la infocracia, entre el examen de los conceptos y los problemas, o la adhesión a lo que diga el chat, a lo que sugiera el algoritmo, a lo que afirmen las redes sociales, o lo que cada cual concluya a su modo y según su prisa. (O)