Después de unos días de pausa colectiva, arrancamos con el enjambre de noticias que habíamos evadido por sanidad mental. La crónica roja exacerbada, el regreso de las mafias en los barrios, el tráfico del primer día de clases, los actos oficiales, las promesas de casi siempre, los nuevos funcionarios sonrientes y unidades educativas asaltadas.

Estos días me he dedicado a leer un libro que me atrajo por su título y por la temática. ¡Cómo salir del pozo!, así, con signos de admiración y no de interrogación, cuyo autor es Andrés Oppenheimer.

¿Mérito?

En un país sometido a una depresión colectiva, ¿es posible salir del pozo? ¿Cómo elaborar estrategias políticas, comerciales, educativas, empresariales, cuando el tejido social está deshecho?

Oppenheimer se pregunta: ¿La felicidad tiene algo que ver con el desarrollo de los países o solo el bienestar económico asegura una relativa tranquilidad y alegría en los ciudadanos? El libro plantea este y otros desafíos. ¿El éxito conduce a la felicidad o es la felicidad que conduce al éxito? ¿Se puede medir la felicidad o es una percepción individual sin impacto en el contexto?

Justicia y paz

La felicidad comienza a ser objeto de estudios académicos serios. Un profesor de la universidad de Harvard, Ben-Sahar, anunció una maestría de estudios de la felicidad que integrará diversas disciplinas: historia, medicina, derecho, economía, educación, en conjunto con una Universidad de Nueva Jersey.

Antes de compartir las conclusiones del autor tras investigar y recorrer parte del mundo, quiero exponer algunas propuestas novedosas y eficaces en los sistemas educativos de Nueva Delhi.

En la capital de la India se lleva a cabo un laboratorio de propuestas e investigación sobre el impacto de la felicidad. Aparentemente una clase de la felicidad es una actividad superflua cuando se necesitan técnicos, informáticos, profesionales de todo tipo. Hay cosas más importantes y urgentes. Sin embargo, todos los días del año, en 1.400 escuelas públicas se empieza con 40 minutos de clases de felicidad que abarcan diferentes temáticas según los días. Tiene un currículum probado, maestras especializadas, y cuyo fuerte son las historias que se cuentan y comentan o deben terminar los estudiantes. Comienzan con ejercicios de atención plena, muy parecido a la meditación que ayudan a la concentración e identificación de emociones. Y aprenden cómo hacer frente al fracaso, cómo trabajar en equipo, convivir en la familia, con personas difíciles. El daño que hacen la corrupción, el robo y la mentira. No con discursos, sino con historias que conocen y los involucran. Por ejemplo: el equipo de Messi llega al Mundial de Fútbol tras ganar 35 partidos y es firme aspirante al título, pero pierde su primer juego con un equipo que no estaba entre los mejores. ¿Qué dice Messi, qué hubiera dicho y hecho usted? El equipo argentino terminó campeón mundial.

Los maestros hindúes sostienen, apoyados en mediciones académicas, que los estudiantes han mejorado en casi todas las materias y en su comportamiento colectivo.

Si la democracia y una economía sana son condiciones básicas para el bienestar de la población, el atender la salud mental, con sus necesidades de afectos, amistad y felicidad, es urgente. (O)