La economía se sustenta en dos grandes factores: consumo e inversión (además de exportaciones, para importar más). Consumo: el gran objetivo para la calidad de vida de la gente (necesidades básicas, viajar, distracciones culturales u otras, ropa, auto, etc.). Mientras la inversión permite el crecimiento de capacidad productiva e ingresos, lo que conlleva a más consumo futuro: se sacrifica algo de consumo hoy (ahorrando) para disponer de más y mejor consumo más tarde. Un esquema general sensato sería: inversión del Gobierno 5 % del PIB, inversión privada alrededor del 20-22 % (nacional 16-18 % y extranjera 4 %), con un total de 25-27 % del PIB. Lo que hemos tenido en tendencia es respectivamente 5 %, 14 %, 1 %, con un total de 20 %. Obviamente insuficiente.

Hay tres áreas que pueden generar muy importantes inversiones, unos $ 5.000 millones anuales en los próximos 10 años, cuatro puntos del PIB con un enorme impacto:

- Minería. Hay estimaciones de que se puede llegar a unos 15 proyectos con inversiones de hasta $ 30 mil millones en los próximos 30 años. Y más cerca, en los próximos 2 a 5 años, pueden ser unos $ 10.000 millones, sobre todo en Cascabel (Imbabura), Cangrejos (El Oro) y Warintza (Morona Santiago), adicionales a los ya existentes Fruta del Norte y Ecuacorriente. ¿Quién lo haría? Empresas privadas... y sobre todo evitar que quiera “entrometerse” la empresa Estatal de Minería (que no lo dudo, quisiera convertirse en el Petroecuador de la minería, muy malo). ¿Acciones? En esencia eliminar trámites inútiles y agilizar todos los demás en la cadena (sin perder su seriedad), abrir el catastro minero (que el Gobierno señaló como objetivo 2025) y no agregar nuevos impuestos como el recién anunciado.

- Petróleo. Pueden ser $ 30.000 millones en los próximos 20 años, sobre todo en optimización y perforación, off shore y SurOriente (tema complejo porque es una zona aún “virgen”). ¿Quién lo haría? Empresas privadas, y Petroecuador solo debe quedar como controller del sistema.

- Electricidad. Serán al menos unos $ 1.500 millones anuales en el futuro, en toda la cadena de generación, transmisión y distribución, con proyectos importantes como Cardenillo o Santiago. Nuevamente, la parte más importante debe ser privada, para lo cual hay que aclarar el panorama legal y tarifario.

Pero no solo son estas grandes inversiones, sino que el entorno debe alentarlas desde la tienda de la esquina hasta el gran negocio. Y para eso se necesita que la percepción de riesgo (incertidumbre) disminuya. No solo el llamado riesgo-país medido externamente a través de la negociación de bonos de deuda, sino el riesgo que nosotros percibimos diariamente. La pregunta esencial es: ¿si usted planea invertir y contratar, siente que el ambiente es razonable o percibe altos riesgos físicos, legales, económicos? Si la respuesta es “riesgoso” (la más probable), tomará decisiones negativas o demasiado prudentes. Caso contrario se enciende el círculo virtuoso: inversión, crecimiento, inversión. Y para bajar el riesgo se requiere avanzar en las reformas que hemos mencionado en varias oportunidades: seguridad física y jurídica, reforma profunda del Estado, laboral, jubilaciones, apertura financiera al mundo y más... ¡A reformar e invertir! (O)