De acuerdo con información reciente suministrada por la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas de Estados Unidos, el cultivo de coca en Colombia tuvo un aumento récord el año pasado, cercano al 15 %, con 245.000 hectáreas de hoja de coca y una producción potencial de 1.010 toneladas de cocaína; si bien hay otros informes que contradicen dichos números, todos coinciden en que la producción de cocaína ha crecido de forma sostenida, siendo paradójico el hecho de que, tal como lo señala Financial Times, en Colombia se produce ahora más cocaína que en la época de Pablo Escobar, a pesar de los miles de millones de dólares gastados en la erradicación de los cultivos de coca. En ese contexto, Colombia es el mayor productor de cocaína en el mundo con el 70 % del suministro mundial, mercado que necesita sostenerse y expandirse, para lo cual resulta fundamental asegurar la salida de la droga a otras partes del mundo.

Lo que poca gente conoce es que de acuerdo con los datos de la publicación InSight Crime, más de un tercio de la cocaína colombiana pasa actualmente por el Ecuador, convirtiéndolo en uno de los puntos principales del eslabón comercial de la cocaína a nivel global; el mismo sitio publicó hace dos años un artículo en el cual se mencionaba que Ecuador era una superautopista de la cocaína del mundo, con “poco ruido y bajo perfil”, situación que evidentemente ha cambiado a la fecha. También se aseveraba que en esa cadena de comercio hay “un complejo y fluido inframundo conformado por grupos especializados y subcontratistas”, con la evidencia ahora comprobada de la presencia en nuestro país de carteles transnacionales que han operado desde hace algunos años, utilizando para el efecto bandas locales criminales con fuerte presencia y control del microtráfico.

La presencia del crimen organizado y de mafias internacionales en el Ecuador es por lo tanto una realidad inobjetable, vinculada directamente con la crisis carcelaria así como con el aumento disparado de los niveles de inseguridad. En ese punto, debe resaltarse que la isla de paz no se convirtió en hub del mercado internacional de la cocaína de forma súbita y repentina, ya que toda la información destaca el hecho de que los últimos 15 años, por consideraciones políticas, judiciales y de otro tipo, marcaron un giro notable en la realidad criminal ecuatoriana; si bien sería inadecuado endilgar la raíz entera del problema al periodo del correísmo, los expertos señalan que las políticas internas de Correa propiciaron el despliegue del narcotráfico, llevando a que las fuerzas de seguridad y de inteligencia abandonen la lucha contra el crimen organizado, reduciendo “la resiliencia de Ecuador frente al narcotráfico en un momento crucial”.

El desafío es muy grande, especialmente si se toma en cuenta la magnitud de la economía de las drogas, que mueve anualmente en el mundo más de 300.000 millones de dólares. El ejemplo de otros países determina que sin una inversión social masiva en prevención y rehabilitación y sin un desarrollo tecnológico y de inteligencia de las fuerzas de seguridad, es muy poco lo que se puede lograr. (O)