El grupo originalmente formado por Brasil, China, India, Rusia y Sudáfrica amplió recientemente su membresía, incorporando a varios países del Mediterráneo Árabe y del África, así como también a Irán. Estos países juntos serían el 40 % de la población mundial y más de la cuarta parte del Producto Interno Bruto del planeta, pero ¿tiene algún sentido sumar sus economías y población para representarlos como un agregado que impacta en la agenda global? La guerra entre Israel e Irán ha puesto seriamente en duda esta posibilidad por cómo han actuado sus miembros y por la imposibilidad política de tener presencia y voz conjunta en ese conflicto.

Irán que es un miembro de los BRICS+, ha sido atacado en forma unilateral, sin que medie un casus belli, por Israel. Muchos países han condenado la acción, entre ellos, todos los miembros originales del grupo, excepto la India, pero más allá de la retórica, no se han promovido iniciativas diplomáticas ni políticas de apoyo militar al miembro atacado.

Esto es especialmente notorio en el caso de Rusia, que ha sido respaldada logística y tecnológicamente por Teherán a lo largo de su guerra contra Ucrania, y revela algo que no se puede atribuir a los BRICS+, precisamente el que sean un bloque político o estratégico mundial. Al momento no lo son. Al igual que la Celac, guardando las distancias, son un mecanismo de diálogo que no tiene la capacidad de emitir resoluciones obligatorias para sus miembros, sino declaraciones consensuales que pueden -o no- ser una guía de la política exterior de aquellos países que integran la asociación.

Los países árabes, y también potencias nucleares como Pakistán, han condenado a Israel por el ataque, pero el hecho es que los bombarderos de Tel Aviv atraviesan el espacio aéreo de nuevos integrantes de los BRICS+, en misiones contra Yemen o contra Irán.

En América Latina las reacciones han sido variadas. Por ejemplo: Venezuela, Cuba, Nicaragua y los países de la ALBA han condenado el ataque solidarizándose abiertamente con Teherán. Brasil y Chile lo han hecho sin tomar partido explícito. México ha invocado la necesidad de prevenir una profundización del conflicto. Argentina, Ecuador y Paraguay han respaldado lo que enuncian como derecho a la defensa de Israel, y es que ambos estados en guerra tienen intereses en la región.

Israel es proveedor de armamento, tecnología y sistemas de seguridad para policías y Fuerzas Armadas de varios Estados y es también importador de bienes agrícolas e inversor en proyectos de energía, digitalización y minería. Irán coopera en tecnología energética con sus aliados, importa alimentos, y también es usuario de servicios financieros desde la región. No se puede esperar una posición común de los países de América Latina.

El conflicto preocupa al planeta entero, pero no todos los gobiernos de los BRICS+ tienen la capacidad de actuar, y aquellos que eventualmente la poseen, no están interviniendo porque las consecuencias de globalizar la guerra podrían ser dramáticas para ellos y también para el mundo. No puede esperarse más de ese grupo por el momento. (O)