Hay tantas formas de estar en el mundo. Escogemos (si vivimos con la bendición de la libertad) la música que escuchamos y la ropa que vestimos, la comida que comemos, los amigos en quienes confiamos. Algunos nos contentamos con cosas ordinarias en algunos ámbitos de la vida, pero en todos arde alguna pasión extraordinaria. Existen personas fascinadas por “la oscuridad”, por fuerzas ocultas y extrañas, por la muerte a la que otros nos pasamos la vida ignorando como si así pudiéramos librarnos de ella. Inspirados por la música y la literatura soñamos mundos que no fueron ni serán, o vivimos un pasado que ya no nos tocó vivir. Imaginamos tantas posibilidades de ser. ¿Pero cuántos nos atrevemos a jugar el juego de nuestras pasiones con todas las cartas sobre la mesa?

Es un espectáculo alucinante. Sucede cada año en Leipzig y siempre en Pentecostés. El WGT (Wave-Gotik-Treffen) es un festival donde veinte mil góticos se encuentran para gozar durante cuatro días de conciertos, arte y fiestas. “Leipzig se viste de negro” repiten los medios. Pero más allá de los estereotipos (el cementerio, el romanticismo oscuro, cuervos, vampiros y demonios) hay tal diversidad de estilos e interpretaciones individuales que es poco lo que podemos generalizar sobre esta subcultura.

Sus vecinos de pícnic eran unos góticos tenebrosos que ostentaban cuernos de Belcebú y alas de murciélago...

Acabo de regresar del parque donde se está celebrando el pícnic de los “victorianos”. Todavía huelo a algún perfume antiguo que me traje conmigo de tanto andar husmeando entre las centenares de mesas y mantas cubiertas de comidas extrañas e ingeridas por gente aún más extraordinaria: un elegante caballero con sombrero de copa extraía sus uvas de una calavera, una dama con vestido y peluca de la Francia barroca comía quesos y salchichas, en una mesa que parecía tendida por el mismísimo Poe sobre un mantel de tul negro correteaban esqueletos de ratas. Hay tantas formas de estar en el mundo... Conversé con unas damas que “acababan de regresar de su viaje alrededor del mundo en el siglo XIX”. Colonialmente rodeadas de hermosas antigüedades traídas de sus viajes imaginarios, me mostraron una caja metálica donde los exploradores recolectaban hojas y flores para estudiarlas. Me brindaron dátiles y té servido en tazas orientales. Sus vecinos de pícnic eran unos góticos tenebrosos que ostentaban cuernos de Belcebú y alas de murciélago mientras charlaban alegres con las exploradoras. Una joven estadounidense vestida como para infartar a la abuelita nos contó que asistirá a muchas fiestas y gozará de la variedad musical: rock y metal gótico, música medieval, electro-industrial, neofolk, post-punk, dark-wave. Cientos de bandas tocarán estos días en Leipzig: grandes como The Chamaleons y The March Violets, sofisticadas como Lebanon Hanover o Machinista, inquietantes como Goethes Erben (quienes tocaron en el primer Wave-Gotik-Treffen allá en 1992). Como si no fuera suficientemente maravilloso ver a toda esta gente y oír su música (aunque sea por YouTube y aunque no me guste, por pura curiosidad), esta tarde de primavera en Leipzig se esperan 70.000 asistentes al concierto de Depeche Mode. Lo disfrutaré desde mi cocina si tengo suerte con la dirección del viento. (O)