Vi hace pocos días la entrevista de Fernando del Rincón, CNN, a los académicos mexicanos Enrique Krauze y Roger Bartra, a quienes el presidente Andrés Manuel López Obrador acusa de defender al “neoliberalismo corrupto”. Bartra ha liderado la suscripción de 250 intelectuales a un manifiesto que alerta de la “deriva autoritaria” si ganara la presidenciable Claudia Sheinbaum, del oficialismo, el 2 de junio. Insta a votar por la opositora Xóchitl Gálvez porque de no hacerlo, continuará la corrupción política, inseguridad y militarización del territorio, lo cual es una amenaza a la democracia.

Krauze arguyó en la entrevista que es urgente la reconciliación nacional, ya que México se encuentra polarizado y si bien existe una “guerra civil virtual”, esta podría escalar otros niveles, por lo que pidió el apoyo ciudadano.

¿México dejará de ser una democracia?

Pero, ¿qué rol juegan las organizaciones de la sociedad civil en la modernidad? El ‘gobierno de terceros’ llamó L. Salamon al tercer sector, ya que la capacidad de generar apoyo privado para fines públicos y la construcción de capital social lo ubica como vía intermedia entre la confianza en el mercado y el Estado. En El País, la filósofa A. Cortina pregunta si ha llegado el fin de las ONG, ya que no son gubernamentales ni lucrativas, por lo que es tiempo de caracterizarlas positivamente: “es un estrechísimo vestido para designar a un sector vibrante y diverso que aporta solidaridad, asistencia y denuncia de la injusticia”.

Reviso el libro Civil Societyʼs Democratic Potential (U. de Oxford, 2024), y encuentro que existe un gran consenso sobre las contribuciones reales de las organizaciones de la sociedad civil, política y socialmente, a la vigencia de la democracia. Sin embargo, la pregunta es cuándo y por qué lo hacen que demanda la reconstrucción teórica y práctica sobre sus actores y funciones.

Mentir sin compasión

Hay una especie de quietismo, de pasividad ciudadana absoluta, sostiene Bauman en Vivir en tiempos turbulentos (2021). La gente está fatigada de resolver por sí mismo los problemas que otros han causado y que se vincula a la desconexión de las élites con el resto, entrampados en sobrevivir entre un poder global y una política local. La comunidad responsable perdió su significado y ha sido reemplazado por las redes a la carta, “cámaras de eco”. Las políticas de Estado y de masas se rozan cuando un exceso de amargura prende la chispa del compromiso político.

La estructura estable que implicaba la relación entre Estado, capital y trabajo, ya no es tal. Para Bauman, el Estado “aflojó las riendas que mantenía bajo control la avaricia de los capitalistas (…) ni el Estado ni el mercado están capacitados para corregir los daños que han causado. Ambos necesitan algo que los mantenga bajo control. Pero no sabemos qué”. Tenemos un miedo existencial.

Escucho al presidente Daniel Noboa en su informe a la nación y pienso que las promesas de campaña nunca se cumplen cabalmente porque son una especie de utopía. Pero es a lo que nos aferramos, al futuro que aún no existe y ofrece posibilidades de transformación hacia un Ecuador que con paso firme recupere nuestra confianza y haga perdurar el recuerdo de su voluntad por lograrlo. (O)