Todos estamos afectados por los apagones. Unos más y otros menos, pero hay cierres de negocios, despidos, pérdidas irrecuperables. En ciertas horas vivimos como en las edades anteriores a los últimos siglos. El Gobierno se afana en resolver el problema, el presidente ofrece que esta Navidad habrá luz, pero parece que se confió en proveedores que no van a entregar a tiempo y no cumplirá su oferta. Estamos como lamiéndonos las heridas y hay que poner fin a esa actitud. Hemos de comprender que no podemos ofrecer algo que depende de terceros y no podemos controlar, como la lluvia, la escasez de fletes o las huelgas en puertos extranjeros.

Sí podemos ahorrar el consumo de electricidad y el pueblo debe colaborar. Es una de las siete sugerencias que una comisión de expertos ha presentado para resolver la crisis actual. Hay que explicar y persuadir. No he visto una campaña con ese fin. Todavía hay tiempo para hacerla.

Tampoco he visto información que el Gobierno esté preparando un programa para evitar este problema en el futuro, alzar la mirada y pensar en el mañana. Debemos tener una solución energética que abarque varias fuentes de producción. No depender tanto de las lluvias y recurrir a otros recursos renovables y probadas como la solar, la eólica, la misma termoeléctrica que consume y contamina, pero es mejor tenerla de reserva y siempre lista para evitar males mayores. Es indignante ver cómo la planta Toachi Pilatón está inconclusa desde hace lustros y que tenemos plantas termoeléctricas que no funcionaron por falta de mantenimiento. Estas negligencias son tan dolosas que la Fiscalía debe investigar como delitos por omisión.

El programa que reclamo debe partir del Gobierno nacional, que puede pedir auxilio a las personas que saben de la materia. Por ejemplo, las escuelas politécnicas. Es reconocido el buen nivel académico de la Politécnica Nacional de Quito y de la Espol de Guayaquil. Son institutos que el Estado mantiene con nuestros impuestos, que tienen vocación de servicio. Hay carreras técnicas e ingenierías en electricidad, mecánica y otras ciencias que pueden proponer soluciones. Tengo una experiencia muy positiva con la Espol de Guayaquil, cuyos profesores me ayudaron en el intento de resolver el problema de la enseñanza de las matemáticas en las escuelas primarias, cuando este columnista era titular del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, allá por 1993, en la Reforma Curricular.

En estos tiempos oscuros me parece que los institutos superiores pueden presentar estudios y proyectos serios y prácticos para diversificar la producción energética y no depender de que San Pedro agache el dedo. Es un problema difícil y debe ser costoso, por lo cual se debe permitir que inversionistas privados ofrezcan soluciones. De todas maneras, aun si se aboliera el monopolio, el Estado es dueño de las redes de distribución y control.

La salud del pueblo es la suprema ley, decían los romanos. La falta de luz no solo afecta la producción y las cosas materiales. También causa enfermedades mentales y físicas. Nuestro desafío es trabajar para que el mañana pueda ser mejor. (O)