Antes de las elecciones intermedias en Estados Unidos, celebradas el 8 de noviembre, la mayoría de las encuestas y pronósticos advertían que habría una gran “ola roja” en favor de los candidatos del Partido Republicano (curiosamente, al contrario del resto del mundo, en EE.UU. se identifica al partido conservador con el rojo, y al partido progresista con el azul).

Se anticipaban grandes pérdidas en el Senado y la Cámara de Representantes, y en las gobernaciones de los Estados; que el Partido Demócrata perdería el control del Congreso, dejando al presidente Biden sin apoyo parlamentario. También se anticipaba que un gran número de votantes Latinos desertarían del Partido Demócrata.

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Algunos pocos analistas contradecían este mensaje. El más notable quizás Simon Rosenberg, presidente de NDN, un think-tank progresista en Washington D.C. Él decía que no veía evidencia de una supuesta “marea roja” en las encuestas no-partidistas, en el entusiasmo de los votantes, en las donaciones económicas a los partidos, y, lo que quizás era más importante, en la votación temprana. Según sus datos, antes del 8 de noviembre, ya habían votado más de 45 millones de personas, y entre estas los demócratas tenían una ventaja de 11 % (5 millones de votos). La ventaja era particularmente alta en los llamados “estados pendulares” o púrpuras, aquellos estados que no tienen una mayoría significativa para ninguno de los dos partidos.

Mientras escribo estas líneas, los demócratas ya han logrado la mayoría en el Senado (50 Senadores más el voto dirimente de la vicepresidenta Kamala Harris) al confirmarse la victoria por estrecho margen de Mark Kelly en Arizona y Catherine Cortez-Masto en Nevada. Habrá un balotaje el 6 de diciembre en Georgia, entre el senador demócrata Raphael Warnock y el candidato Republicano, Herschel Walker. En la primera vuelta Warnock obtuvo 49,4 % frente a 48,5 % de Walker, pero las normas electorales en Georgia obligan a un balotaje en el caso que ninguno obtenga 50 %. Es probable que prevalezca Warnock, dado que la votación adicional que necesita es menor, con lo cual los Demócratas habrán ganado un escaño neto.

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En la Cámara de Representantes, la proyección actual es 220 republicanos vs 215 Demócratas, pero el margen que favorece a los republicanos en algunos distritos es muy bajo, y podría revertirse (uno de estos distritos, sorprendentemente, es el de la extremista Lauren Boebert, que se suponía era un escaño seguro para los republicanos). En cualquier caso, se revertirán en términos netos unos 7 escaños, mucho menos que el promedio de 28 que suele voltearse en la primera elección de medio término.

Una última predicción errada fue que los latinos se moverían significativamente hacia los republicanos.

En cuanto a los gobernadores, los demócratas habrán revertido tres Estados (Massachussets, Maryland y Arizona), en tanto que los republicanos uno (Nevada), con una ganancia neta de 2 para los Demócratas.

En las legislaturas estatales, los demócratas han ganado varias, y no perdieron ninguna, algo que no había ocurrido desde 1934. Lograron además ganar el control total (gobernador y dos cámaras) en Arizona, Michigan y Minnesota.

En definitiva, excepto por la posible derrota en la Cámara de Representantes, fue una buena noche para los demócratas.

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Los analistas atribuyen este resultado a tres D. Por un lado, la decisión de la Corte Suprema en el caso Dobbs, que provocó la eliminación del fallo que daba garantía constitucional al aborto a nivel nacional; esto impulsó la votación en varios estados, y además ganaron cinco referendos estatales sobre el tema. La segunda D se refiere a Donald Trump. Este apoyó a candidatos extremistas en varios Estados (por ejemplo, para el Senado en Pennsylvania, Georgia, Arizona, Nevada; y para la gobernación en Pennsylvania, cuyo candidato perdió por 15 %). La tercera D es por “Denialists”, es decir aquellos que negaban la validez de las elecciones presidenciales de 2020, y además ponían en duda la integridad de las elecciones en general. Los candidatos republicanos para Secretario de Estado (funcionario encargado de organizar las elecciones) en los estados pendulares perdieron (Arizona, Massachusetts, Michigan, Minnesota, Nevada, Nuevo México; en Pennsylvania es nombrado por el Gobernador). Estos cargos son importantes porque participarán en la certificación de los electores presidenciales en 2024.

Una última predicción de algunos analistas que fue totalmente errada fue que los latinos se moverían significativamente hacia los republicanos. En realidad, el porcentaje de hispanos que votó por los demócratas se mantuvo cercano a los niveles históricos (64 %), con una reducción de 5 % con respecto a 2020. Pero la mayor parte de esta reducción se debe a Florida, donde votantes de origen cubano, venezolano y nicaragüense creyeron los ataques falsos de que los demócratas (un partido de centro, o incluso centro-derecha en el contexto europeo o latinoamericano) eran de alguna manera socialistas. Solo los votantes de origen cubano o sudamericano en Florida votaron mayoritariamente por los republicanos. (O)