El país está abocado a un periodo de transición electoral luego de la muerte cruzada. Una situación inédita con zonas grises, sobre todo en el control de la Corte Constitucional respecto a la legislación que promulga el Ejecutivo. En lugar de limitarse a validar formalidades, como cuando autorizó el juicio político, pretende ejercer una potestad de veto. De tal modo, se ha convertido en una pequeña Asamblea Nacional en reemplazo de la disuelta.

El presidente Guillermo Lasso hizo lo correcto al no postular para la reelección por no tener números para pasar a la segunda vuelta y a fin de dejar que sus opositores libren a discreción la lucha por el poder. Facilita una tregua para disponer de condiciones básicas de gobernabilidad en seis meses que restan, aunque durante el avance del calendario electoral enfrentará la resistencia del aparato burocrático.

Elecciones ponen a prueba al CNE

Un semestre con cuenta regresiva para consolidar un legado que le permita volver a postular en 2025. Curiosamente, en su momento de mayor debilidad, la decisión de muerte cruzada le devolvió algún capital político. Sorprendió a sus enemigos al dar un paso que pensaron no se iba a atrever a dar. Ahora, si quiere resurgir de sus propias cenizas, tendrá que imponer a su administración un ritmo que no ha conseguido en dos años, a fin de cumplir con un mínimo de pendientes.

Lo seguro es que se pasará de un Gobierno de transición a otro, probablemente sin mayor beneficio en términos de afianzar políticas de Estado que requieren de una proyección de mediano y largo plazo.

Siete binomios presidenciales aceptaron su postulación para las elecciones del 20 de agosto

El problema de fondo es que después de 44 años la democracia ecuatoriana sigue sin madurar, expuesta a recurrentes pugnas de poderes donde el Ejecutivo y Legislativo juegan a su descrédito mutuo. Quien gana una elección presidencial debe prepararse, porque quienes perdieron se van a reagrupar para destituirlo a toda costa. Los espacios de diálogo, cuando se abren, son un mero espejismo. Prueba de ello es que, en cerca de medio siglo, jamás ha sido conformado un Gobierno de unidad nacional.

Lo seguro es que se pasará de un Gobierno de transición a otro... sin mayor beneficio...

La proliferación de candidaturas presidenciales que refleja un afán de figurar se entrevera con una desenfrenada ambición que confunde y desilusiona a la gente común, porque continúa siendo una repetición de lo mismo.

La tragedia de las recientes inundaciones en Esmeraldas ha visibilizado de una forma patética la pobreza en los sectores rurales y urbano-marginales, que finalmente es una descarnada realidad que trasciende ideologías y los intereses mezquinos de quienes buscan el poder, no siempre animados con nobles propósitos. Si se busca una causa común que unifique partidos, ahí queda expuesta. Y debería ser aleccionador para el montón de candidatos.

El Gobierno del Encuentro quedará inacabado. Le falló su convocatoria de incluir a amplios sectores de la sociedad, así como la ejecución de una serie reformas dentro de los tiempos previstos. Pero deja planes que deben mantenerse como políticas de Estado por parte de quien tome el relevo. Por ejemplo: los programas de desnutrición infantil y líneas de crédito para pequeños emprendedores, a la vez que el Plan de Inversiones, que se queda como un proyecto malogrado. (O)