La tregua política ha permitido cierta tranquilidad, generando un renovado optimismo para hacer acopio de fuerzas. Sin embargo, no va a durar por tantos desarreglos que, desde el día uno, ocasionan conflictos. La declaratoria de emergencia del sistema carcelario es apenas una muestra. Muchos comienzan a dudar de la capacidad del nuevo gobierno acusándolo de lento, un reflejo de la idiosincrasia criolla que privilegia la crítica antes que el lado positivo de las cosas. Hay una campaña de vacunación que se ha esperado impacientemente durante un año, que en pocas semanas ha cobrado un ritmo que permitirá cumplir con la promesa del Plan 9/100, un innegable logro.

Se dice también que no hay Plan Económico, pero se ha dado paso a la reducción de aranceles, al anuncio de una nueva política petrolera que permitirá duplicar la producción, y el regreso del Ecuador al Ciadi que franquea el avance en futuras negociaciones comerciales con México y EE. UU.

Es cierto que está pendiente la política de ordenamiento del gasto fiscal, que es el talón de Aquiles de la economía, aunque hay que tener presente que es un problema que se ha venido acumulando durante una década y que no es de fácil solución, al menos, sin el apoyo de los organismos multilaterales de desarrollo. La viabilidad de la anunciada reforma tributaria sigue siendo una gran interrogante debido al frágil apoyo del oficialismo en la Asamblea Nacional. Los otros ejes principales de acción del presidente Lasso son la reforma institucional, directamente relacionada con la gobernabilidad, que podría encontrar cauce a través de una consulta popular, y, desde luego, la lucha contra la corrupción, que ha carcomido los fundamentos de la democracia ecuatoriana.

Mientras se resuelven los temas más complejos, que demandan tiempo, hay que apuntar a otros que pueden tener soluciones más rápidas.

Cabe mencionar, la paralización de los fideicomisos inmobiliarios del Biess, que suman 39 con una inversión de 445 millones de dólares, algunos de los cuales tienen que ser reactivados para, cuando menos, recuperar una parte del capital invertido, que es dinero de todos los afiliados. La historia se resume a que, llegado Fernando Cordero a la presidencia del Consejo Directivo del IESS en 2013, decidió que lo hecho por su antecesor Ramiro González estaba mal y en consecuencia los proyectos están parados desde entonces. No hay burocracia que se conduela por el dispendio de plata ajena.

Lo propio puede decirse de un sinnúmero de obras públicas que están a medio construir e igualmente paralizadas. Ejemplos: la ampliación de la vía Alóag-Santo Domingo, la más importante del país, lleva ocho años parada, pese a que los consejos provinciales de Pichincha y Santo Domingo de los Tsáchilas siguen cobrando peaje; ocho pasos a desnivel en Manta en obra muerta; el proyecto hidrosanitario de Chone, con calles abiertas y tubería botada; lo mismo, el anillo vial/ agua potable Pasaje-Machala; el etcétera es interminable.

Lenín reconocía que su Gobierno era de transición, algo propio de su tibieza; Lasso proclama al suyo como aquel del Encuentro, aunque también, debería comprometer, de la incansable acción. (O)