El conserje de una institución grande y respetable era muy trabajador, responsable y honesto, pero no sabía leer, ni escribir. Su hijo que estaba en último año de bachillerato ya hablaba de ir a la universidad y de la profesión que pensaba ejercer, pero el padre le decía que de ninguna manera, que esas eran novelerías, que apenas termine la secundaria se vaya al campo a trabajar la tierra. Mientras esperaban el momento, se incorporó un nuevo funcionario, que se enteró de que más de un conserje no sabían leer, ni escribir y ordenó enseguida que se consiguiera que el Ministerio de Educación pusiera en la institución uno de sus cursos para adultos, que serían obligatorios y las clases se darían en su horario de trabajo.
Así, el protagonista de este relato aprendió a leer y a escribir y lucía orgullosamente su certificado de haber terminado el curso. Para sorpresa de su hijo, le preguntó, entonces, qué quería ir a estudiar en la universidad y cuándo iba a matricularse. Eventualmente los cuatro hijos del conserje fueron a la universidad.
Un grave problema de la democracia
Lo que antecede deja claro que cuando se habla de enseñar a leer y a escribir, no se trata solo de eso, sino de lo que la Real Academia de la Lengua define como “ descifrar, comprender e interpretar signos, en nuestro caso, lingüísticos”, es tener una herramienta para adquirir conocimientos y escribir ayuda a compartirlos. Leer y escribir ejercita el cerebro, despierta vías neuronales, activa la memoria, en otras palabras, nos permite conocer, aprender, comprender, recordar. Ayuda a perfeccionar el lenguaje y a mejorar la expresión oral y escrita.
Según cifras del último censo del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) publicadas en Diario EL UNIVERSO el 27 de mayo del 2024, había en Ecuador 472.228 personas adultas que no sabían leer, ni escribir, de las cuales el 60 % eran mujeres y el 66 % vivían en zonas rurales. Es evidente que el analfabetismo era, y sigue siendo, una limitación para su desarrollo personal, en todos los aspectos y para incorporarse a la vida colectiva.
Es indispensable alfabetizar a quienes lo necesitan, pero entendiendo por alfabetizar, entregar una herramienta para adquirir conocimientos, realizar trámites, desarrollar actividades y lo más importante, desarrollar pensamiento, desempeñar tareas, estar al día de los acontecimientos en la sociedad en que vive y conocer sus deberes y derechos como ciudadanos, desarrollando una identidad y manejándose con autonomía.
En nuestro país se conoce que EBJA (Educación básica para jóvenes y adultos) trabaja en 24 provincias, 112 cantones y 341 parroquias. Sobre todo, en la Sierra, en Bolívar, Cotopaxi y Chimborazo y en la Costa, en Manabí, Esmeraldas y Los Ríos.
Es indispensable, si queremos un país realmente democrático, que todos los ecuatorianos, niños, jóvenes y adultos tengan acceso a la educación, con docentes conocedores no solo de la teoría pedagógica y la didáctica, sino del entorno en el cual realizan su trabajo y al que pertenecen sus educandos, pues el desarrollo integral del que hablan los textos y la Constitución, incluye su relación con la comunidad en la que están creciendo y formándose. (O)