La fiscal general, Diana Salazar, transita ahora mismo el tramo más adverso del camino al éxito de su trabajo, que no precisamente es haber llegado a la cima, sino mantenerse en ella. Contra reloj, pues su período termina en 2025, enfrenta el reto de que sus “elementos de convicción” puedan sostener esa verdad que ella dice querer demostrar para lograr lo que ella dice querer lograr: que las mafias político-económicas-narco sean desarticuladas al no contar con el apoyo del corrupto brazo judicial que las habría estado protegiendo.

Y digo “habría”, y uso condicionales, porque en periodismo aprendí que nada es absoluto, todo es relativo y que a veces no todo lo que parece, es. En los juzgados será donde habrá que discernir los hechos. Sí, ahí mismo donde, paradójicamente, la fiscal ha entrado a chocar y demoler.

Código para abogados

Hasta ahora los casos Metástasis, Purga y Plaga han sido de alto impacto mediático por su espectacularidad y sincronización. Imágenes de decenas de allanamientos en “mansiones”, como se ha dado a llamar a casas en realidad grandes; donde hallaron “relojes costosos” y algunas otras vanidades de los detenidos, como si los excesos fuesen delitos per se, a no ser que se logre demostrar enriquecimiento ilícito. Presos implicados en una telaraña de corrupción que han sido llevados a largas audiencias donde unos cuantos han contado su historia, que en casos coincide verbalmente con lo que plantea la fiscalía y en otros entran en contradicción. Golpes de timón a una política que parecía estar alistando votos para destituir a la fiscal general.

Y como de todo esto surgió con fuerza un cruce con la farándula, la cereza de este pastel tóxico la puso justamente una presentadora de televisión mencionada por la testigo clave, quien armó su propio “reality show” para presentarse a declarar acompañada del abogado de otros sindicados, y desmentir sin desparpajo a la testigo clave que dijo ser su amiga. Todo eso sin desaprovechar el tener la atención de las cámaras, pero quizás sin medir las consecuencias que pueden tener sus actos si luego todo lo que negó se confirma.

La abogacía y sus dificultades

La fiscal general, repito, transita el áspero camino de mantenerse en sus verdades hasta llegar a una definición judicial de estos casos, como la que ella ha dibujado, desnudando a las mafias. Y hacerlo sin que sus contradictores logren más desmentidos y continúen con la arremetida mediática y digital en la que hasta hay quien dice haberla enamorado cuando lo estaba investigando, ahora en la clandestinidad, y la ataca con menciones íntimas y supuestas pruebas de otras supuestas faltas al sigilo procesal.

El país, absorto, ha presenciado las impactantes imágenes de operativos y detenciones, hasta ahora de presuntos mandos medios y bajos de las supuestas organizaciones. Ese mismo país ahora deberá revestirse de una paciencia, de la que siempre ha carecido, para seguir vigilante en el desarrollo de estas tres batallas que ha planteado la fiscalía, y que serán en los próximos meses, quizás años, una lucha de contrapoderes. Porque aunque a algunos les moleste (y es otra lección aprendida en la reportería) nadie es culpable hasta que se lo demuestre. (O)