Al rechazar Chile, contundentemente, la Constitución preparada por una Asamblea Constituyente, le ha enviado a Ecuador un mensaje claro para que, sin más dudas, derogue la suya, de la misma ideología, del socialismo del siglo XXI, la de Montecristi, y lo haga por el mismo método, por plebiscito; al negar el pueblo chileno la nueva Constitución, pues continúa en fuerza la vigente desde hace cuarenta años. La lección más importante de lo ocurrido en Chile es que la ciudadanía decide qué leyes le convienen más en el largo plazo, independientemente del presidente y de la Asamblea que eligió. El rechazo en Chile a la Constitución inspirada en las de Venezuela, Ecuador y las del socialismo del siglo XXI ha electrizado a muchos ecuatorianos y despertado la esperanza de hacer lo mismo en nuestra patria. Algo similar estamos proponiendo un grupo de ecuatorianos, encabezados por Simón Espinosa, para que, en plebiscito, el pueblo derogue la Constitución de 2008 y quede vigente la anterior, la de 1998. El Ecuador necesita de un cambio total de Constitución, la actual no funciona; pierde su tiempo en luchas estériles entre las facciones políticas que se disputan a dentellas el dominio de todas las instituciones públicas, mientras el Gobierno se encuentra a la defensiva; buscando votos para que no destituyan al presidente, al Consejo de la Judicatura; mañana, al Consejo de Participación. Seguimos abusando, Gobierno y oposición, de los recursos de amparo.

Hay que interpretar el momento que se vive en Ecuador por el ejemplo de Chile y, desechando reformas parciales, de parche, ir a la derogatoria de la Constitución de Montecristi, a la vigencia de la del 98, actualizada.

El pueblo de Chile estuvo sacudido por terribles enfrentamientos sociales desde fines de 2019; por un acuerdo entre opositores y Gobierno se reunió una Asamblea Constituyente que aprobó un texto constitucional que fue consultado luego a la ciudadanía y esta lo rechazó en forma abrumadora, porque los legisladores propusieron novelerías de tinte izquierdista, propias del socialismo del siglo XXI, al estilo de Ecuador en Montecristi. Entre otras cosas, eliminaron el Senado; crearon un Estado plurinacional, con justicia propia, como en Bolivia y Ecuador, lo que fue rechazado porque la Nación es una sola. El centro derecha derrotó a la izquierda y el Gobierno quedó desorientado.

Pero, lo primero, hace falta la decisión política del presidente para convocar a una consulta popular de fondo, sobre el cambio constitucional; no desilusionar al país con preguntas sobre temas intrascendentes, de parche, y que pueden ser negados. Con el solo cambio de Constitución desaparecería el Consejo de Participación Ciudadana, el de la Judicatura actual, y que vuelva a depender de la Corte Suprema. Habría que consultar la creación de un Congreso bicameral, como existió en el pasado. Un Senado como órgano de revisión de los proyectos de ley aprobados por los diputados; que apruebe el endeudamiento externo, los tratados, los nombramientos de los altos funcionarios del Estado.

Una consulta tan trascendental debe tener lugar en tiempo diferente al de las elecciones seccionales.

Hay que interpretar el momento que se vive en Ecuador por el ejemplo de Chile y, desechando reformas parciales, de parche, ir a la derogatoria de la Constitución de Montecristi, a la vigencia de la del 98, actualizada. Chile demostró que sí se puede vencer al Socialismo del Siglo XXI. (O)