Los acontecimientos políticos que sufre el Perú revelan la crisis política que se ha venido gestando desde hace mucho tiempo y salen a flote las purulencias propias de un sistema en el que campean la corrupción, las insaciables apetencias por el poder de políticos inescrupulosos y de una frágil democracia que es irrespetada.

Pedro Castillo, presidente del Perú hasta el día miércoles 7, dictó la disolución temporal del Congreso y el nombramiento de un Gobierno de emergencia excepcional. La respuesta de las Fuerzas Armadas y del mando policial fue: “Cualquier acto contrario al orden constitucional establecido, constituye una infracción a la Constitución y genera el no acatamiento por parte de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional del Perú”. El pronunciamiento de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional avaló la resolución del Congreso Nacional de declarar vacante la presidencia de la República y posesionó a la primera vicepresidenta. Este es un capítulo más de nuestra atribulada democracia latinoamericana.

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Frente a estos acontecimientos, es necesario y urgente encontrar respuestas a la crisis política endémica de nuestros países, por la falta de auténtico liderazgo; desgaste de los modelos, especialmente económicos; resquebrajamiento de los valores éticos, morales, cívicos; las deficiencias y carencias de la administración de justicia y la percepción errónea de las verdaderas y urgentes necesidades humanas de la sociedad.

Dentro de la convivencia en nuestras débiles democracias, no puede ser excluida ninguna institución. Siendo las Fuerzas Armadas una institución histórica y esencial para la sobrevivencia del Estado que deben cumplir una misión de singular trascendencia, es vital que se mantenga en el más alto nivel su capacidad operativa, valorar su importancia y respetabilidad en la vida del Estado. Las Fuerzas Armadas, nacidas a la historia con vocación libertadora que encarnó el honor y la dignidad de nuestros pueblos en las heroicas luchas por la independencia. Su presencia contribuye a la defensa de la integridad y soberanía de la patria, por lo tanto, no pueden escamotear su contribución al afianzamiento y fortalecimiento del sistema democrático.

Las Fuerzas Armadas tienen la misión específica, la consagración total y absoluta a la defensa del honor, la soberanía y la integridad territorial de la patria. Si las Fuerzas Armadas viven consagradas al cumplimiento de su misión por un vivo sentimiento nacional; si el gobierno ejerce el poder civil, conforme a la Constitución y leyes de la República y los militares respetan y acatan a dicho poder, la institución armada adquiere una importancia trascendente en la vida del Estado.

Las Fuerzas Armadas jamás deben convertirse en instrumento de aventureros que “en las crisis de la política interna suelen buscar el apoyo de los militares con la vista puesta exclusivamente en sus intereses”. Los militares deben situarse por encima de esos intereses porque las Fuerzas Armadas se deben a la nación y como “garantes del orden constituido”, aunque esa misión fue borrada en la actual Constitución, seguirán fieles a su vocación democrática. (O)