Sigo conscientemente los acontecimientos políticos de mi país desde hace más de seis décadas y puedo decir que en estos últimos años he visto la total degradación en la cosa pública. Parece que muchos concursan para ganar un premio al que peor actúa.

La historia recoge grandes figuras surgir, actuar y desaparecer. Líderes como José María Velasco Ibarra, Camilo Ponce, Raúl Clemente Huerta, Jaime Roldós, Osvaldo Hurtado, León Febres-Cordero, Rodrigo Borja y Sixto Durán-Ballén en el siglo pasado. Hombres con aciertos y carencias, pero dignos y honrados. El siglo XXI se inició con un hombre pulquérrimo como Gustavo Noboa. Todos fueron patriotas, sus luces brillan en el pasado, pero por desgracia no alumbran los caminos del presente.

Comienza recolección de firmas entre los asambleístas para el juicio político al presidente de la República, Guillermo Lasso

Salvo el sui géneris caso de Abdalá Bucaram, no había visto parlamentarios inventar pretextos para destituir a los primeros magistrados. Ahora van en combo los dos, como las ofertas comerciales. Da pena escuchar algunos discursos plagados de argumentos malintencionados e ignorantes. Ya consideran al presidente como un cadáver político porque lo responsabilizan por actos de otros, olvidando que la persona humana tiene el derecho esencial de dar cuenta por lo que hace ella misma. El oxímoron de comisión por omisión es cosa de mucho pensar. Es una genialidad.

Estábamos hartos de ver en los noticiarios las peleas de los del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, pero parece que los sustitutos no superan el nivel de incompetencia de sus antecesores. ¿Por qué no se ponen de acuerdo?

¿Cuánto se puede demorar un proceso de juicio político a un mandatario en Ecuador?

Todo quien tiene un espacio de poder lo usa para amenazar con paralizar el país...

Muchos de quienes opinamos en columnas periodísticas escribimos sobre el nefasto aprovechamiento de las garantías constitucionales y condenamos que ciertos jueces despachen hasta en las madrugadas sentencias para poner en libertad a reos de diversos delitos, en la lucrativa actividad del narcotráfico. No falta quien los defienda en la misma judicatura, pero queda la ominosa sensación de que el dinero sucio ha comprado conciencias de administradores de justicia.

Se están aprovechando de la debilidad del Gobierno. Todo quien tiene un espacio de poder lo usa para amenazar con paralizar el país, alimentar una especie de huelga general, una técnica del golpe de Estado para botar a Guillermo Lasso.

Hay mucho dinero que circula para proteger una laguna de aguas podridas donde flotan los cadáveres de los asesinados por los narcotraficantes y sus aliados. Nunca habíamos estado así. El mal era excepción.

No culpemos a otros. Empecemos aplicando el principio kantiano de que nuestra conducta sirva de norma a la de los demás. Ética laica. Quienes manejan la República deben

tener una conducta que los otros puedan imitar. No me refiero a la moral personal, íntima, sino a una ética pública que nos permita recuperar los principios que nadie discute porque son los que permiten que las personas y las sociedades resuelvan sus problemas y progresen.

El respeto a los demás, a la ley y las buenas costumbres, la honradez, la probidad de los jueces, la sabiduría de los legisladores, la diligencia de los administradores. Empecé este escrito mencionando a gobernantes dignos de ser imitados porque fueron honestos. Sigamos sus ejemplos, que nos inunde su luz. (O)