En el mundo, nos enseñan a triunfar en el colegio, a ganar juicios, a construir edificios, a volar aviones. No nos enseñan a gestionar errores médicos, crisis personales y laborales, no nos enseñan a despedirnos de personas, no nos enseñan a perdonar sin necesidad de recibir el gesto del perdón. Nos enseñan a mostrar el éxito y no el fracaso. Nos enseñan que el pediatra es vital durante los primeros años para recibir vacunas y demás, pero no nos enseñan que desde que somos pequeños también deberíamos tratarnos la mente, porque no hay vacunas que sanen heridas del alma.

El 70 % de los trastornos mentales debutan antes o durante la adolescencia. Pedir ayuda profesional es demasiado importante porque no todas las personas logran encontrar ayuda en su muro de contención cercano, que son amigos, familias, maestros. Y pasa entonces que nuestra vida, con sus propios muros y barreras, se desborda y ciertas circunstancias y pensamientos se apoderan de nuestro ser y afectan nuestra calidad de vida.

Pedir ayuda profesional no debería ser el último medio de auxilio para sobrellevar dolores o dificultades, si identificásemos ciertas conductas a tiempo, lograríamos andar por la vida sin tantas cicatrices internas, pero para ello necesitamos como sociedad normalizar que no solo debemos pedir ayuda cuando visiblemente se ve una herida, por habernos caído o accidentado, sino cuando identificamos dolores que no entendemos su razón, su origen, pero que se sienten y duelen mucho.

Muchos dicen que desde que estamos en el vientre de nuestras madres existen cientos de factores que van condicionando nuestra vida, nuestra forma de ser, virtudes, personalidad; pero también carencias y dolores. Detrás de un niño o adolescente que hace bullying, que llama la atención, que pasa triste, que come compulsivamente o que no se alimenta, que quiere controlar las cosas, que se victimiza, entre otras conductas, hay un porqué. Hay una ausencia, hay un desequilibrio, hay un motivo que proviene de distintos orígenes.

Tratar aquello que no nos deja tener calidad de vida y desarrollarnos bien en cada relación, ya sea familiar, laboral, profesional, sentimental, es fundamental y es urgente. Yo identifiqué que necesitaba ayuda recién a mis casi 18 años, sigo identificando a diario cientos de conductas y pensamientos que necesitan de cuidado y atención y vuelvo a menudo a mi “muro de contención” cuando estoy desbordada, cuando estoy tomando decisiones erróneas, cuando no sé por qué siento lo que siento o pienso lo que pienso, cuando me aterra empezar de cero, cuando no sé qué camino tomar.

Ir a un psicólogo es un lujo en miles de lugares en el mundo, no solo por recursos sino porque en muchos lugares, todavía ir a un psicólogo es un tabú y hacemos chistes recurrentes sobre “la locura”. Por eso, en www.juntasxellas.org, como organización sin fines de lucro, implementamos un servicio de atención psicológica gratuita con enfoque en mujeres y niñas junto con psicólogos voluntarios. En esta plataforma encontrarán cómo buscar ayuda y cómo ser voluntarios de este proyecto. (O)