Aunque nos estamos acostumbrando a presenciar los más rudos enfrentamientos políticos, el último en el enjuiciamiento al presidente de la República, me parece todavía más rudo, más feroz el que tiene lugar en la persecución desatada contra la fiscal general del Estado, Diana Salazar, y que se ha iniciado simultáneamente en dos frentes de batalla: el uno, encabezado por un curioso, atrabiliario personaje, loco por figurar, que preside el Consejo de la Judicatura y cuyo intento por destituir a la perseguida fracasó porque sus propios colegas no le dieron quorum para instalar la sesión de juzgamiento; el otro, encabezado por un funesto personaje, caracterizado por morder a todas las víctimas señaladas por su jefe, como en la persecución al Diario EL UNIVERSO, de la que el propio jefe tuvo que desistir por la presión nacional e internacional. Olvidó este personaje, que preside el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS), que debe ser –aunque no lo es– apolítico y que es él quien debe ser destituido por haber sido su elección patrocinada por un partido político, lo que está prohibido por la ley.

El Consejo Nacional Electoral (CNE) se hizo de la vista gorda, y ahora está a prueba de demostrar su imparcialidad, su firmeza el Tribunal de lo Contencioso Electoral, en la denuncia presentada por un impertérrito joven, articulista destacado: Juan Esteban Guarderas. Pero lo admirable en estas persecuciones es la valentía, sangre fría con la que los enfrenta la perseguida: la fiscal. Sin perder la perspectiva de los hechos, ha rechazado la competencia de la Judicatura y del Consejo de Participación para juzgarla, porque esa atribución solamente la tiene la Asamblea Nacional. Las atribuciones de la Asamblea, hoy disuelta, no se las pueden atribuir otros órganos del Estado. La facultad de juzgar nace de la ley y, por tanto, los que quieren venganza tendrán que esperar.

Según se conoce, inclusive por declaraciones a la prensa, nacional y extranjera, la fiscal no desea participar en las elecciones presidenciales; si se decidiera a hacerlo, me parece sería un candidato con más fuerza que la que tienen los candidatos que hasta hora suenan como posibles. Cada persecución la ha hecho más fuerte, más popular a la fiscal.

El que las elecciones de legisladores tengan lugar junto con la primera vuelta de los comicios de presidente de la República es lo que mueve a partidos y movimientos políticos a presentar candidaturas presidenciales que impulsen a las listas de legisladores. Esto hay que corregirlo haciendo que tengan lugar con la segunda vuelta, con lo que en mucho se evitaría que la Asamblea sea una colcha de retazos que impide políticas coherentes en la dictación de leyes y en las acciones de fiscalización. Ya hemos palpado que junto con el actual presidente, en su partido político, apenas fueron elegidos doce asambleístas, con lo que quedó a merced de la oposición, lo que nos condujo a la anarquía que vivimos y en la que la muerte cruzada, en el momento en que se adoptó, fue un remedio peor que la enfermedad. Seguimos devorándonos unos a otros en una sanguinaria lucha entre caníbales. (O)