Según la tendencia que muestran las encuestas, el próximo domingo podríamos asistir a un final muy apretado. Prácticamente todas esas mediciones, con excepción de una o dos, muestran un empate entre ambos candidatos. Este sería el resultado de una tendencia ascendente de Guillermo Lasso y de un relativo estancamiento de Andrés Arauz. Pero, antes de continuar hay que señalar que se pueden hacer muchos reparos a los sondeos de opinión, no solo por los errores que se les atribuye (que muchas veces no son tales), sino fundamentalmente porque en algunos casos hay una vinculación incestuosa con las candidaturas y porque estas los utilizan como arma de campaña. Sin embargo, tomándolos con pinzas y atendiendo a otros termómetros de la opinión, como los medios digitales y las siempre emocionales redes sociales, es posible hacer algunas reflexiones acerca de la evolución de la campaña hasta este momento y para tener pistas sobre el resultado.

Un primer aspecto de importancia, ya señalado, es la diferencia en las tendencias seguidas por los dos finalistas. Esto podría explicarse, por la combinación de dos factores. Por una parte, era inevitable que en la campaña para la segunda vuelta se agudizara el enfrentamiento correísmo-anticorreísmo.

Independiente de quién hubiera sido el contendor de Arauz, esto iba a suceder porque la disputa no es con él, sino con su tutor. En ese sentido, Lasso podía beneficiarse más que los otros candidatos de la primera vuelta porque es la antípoda de Rafael Correa. Se podría decir que se equivocaron, en términos electorales, quienes creyeron que ese enfrentamiento era un tema superado.

Por otra parte, una contienda polarizada en torno a esa dimensión se definiría por el piso y el techo de cada uno de los polos. Arauz contaba con una ventaja de inicio gracias al piso –o voto duro– del correísmo. Siendo una persona absolutamente desconocida, se puede afirmar que la votación obtenida en la primera vuelta fue ese piso. Pero, para la segunda iba a ser determinante el techo, esto es, el punto en el que el anticorreísmo no le permite crecer. Al parecer, ha llegado a ese nivel, lo que significaría que la distancia entre piso y techo ha sido relativamente pequeña. Seguramente esto es lo que sus estrategas quisieron contrarrestar al evitar la presencia dominante e invasiva del expresidente en esta fase, pero según se ve no lo están logrando.

Parece que otro aspecto decisivo fue el debate. El cambio en la tendencia se produjo inmediatamente después de su realización. Más allá del apasionamiento de los seguidores de cada candidato, que ven al suyo como el triunfador, sería interesante conocer qué fue lo que los electores valoraron en el desempeño de Lasso para llevarle a sobrepasar su propio techo. Por el momento solamente se sabe que tuvo mucho peso y que, a pesar del pésimo diseño, fue una pieza clave en el proceso electoral.

Obviamente, como se suele decir, nada estará dicho hasta que se escrute el último voto. La proporción de indecisos sigue siendo alta (entre el 15% y el 20%) y será el factor central para determinar el desempate. De ellos dependerá que uno de los candidatos logre rebasar su propio techo. El piso ya no cuenta en esta etapa. (O)