¿Son quienes poseen riqueza los llamados a gobernar? ¿Son los intelectuales o quienes dicen que son el pueblo y que por eso comprenden mejor sus necesidades, o los que tienen el control de la fuerza, acceso al conocimiento, o un mayor sentido del honor?

Cada una de esas posibilidades corresponde a una forma de gobierno desarrollada doctrinariamente por la filosofía en primer lugar y después por la ciencia política y las ciencias sociales. Plutocracia es el gobierno de los ricos. Aristocracia es el gobierno de los intelectuales, filósofos o pensadores. Democracia es el gobierno del pueblo. Dictadura es el gobierno de los que asumen el poder por la fuerza. Timocracia es el gobierno de los que tienen honor.

En nuestro país y en otros, las circunstancias actuales han permitido que se encuentren al frente de algunos gobiernos ciudadanos poseedores de grandes riquezas. El presidente del Ecuador es una de las personas más ricas de nuestro país. Los Estados Unidos de Norteamérica acaban de posesionar como su presidente a un empresario millonario. ¿El éxito económico que han tenido estas personas y muchos de los que forman parte de sus equipos de gobierno les otorga el perfil necesario para servir a las sociedades de las que provienen? En la práctica, muchos piensan así y lo expresan abiertamente en redes sociales y en sus comentarios personales.

Esta posición de muchos ciudadanos que han votado, desde esa convicción, por personas con poder económico, en estos tiempos, recibe cada vez más adherentes que manifiestan su acuerdo incondicional con cualquier decisión que provenga de esos gobernantes, pese a que sea contraria al derecho y a la democracia. En el caso del Ecuador, muchas de las decisiones presidenciales sobre aspectos jurídico-políticos son autoritarias, siendo justificadas por quienes las consideran necesarias pese a la ruptura institucional. En el caso de los Estados Unidos, las decisiones de su presidente reivindican su poder económico y militar.

¿Son los intelectuales, gente del pueblo, personas con tradición, ciudadanos que controlan la fuerza, mejores en el ejercicio del poder que los poseedores de riqueza? No necesariamente. Todos ellos, sin importar su proveniencia, deberían estar imbuidos del único compromiso posible que deben tener, esto es, servir a la sociedad para mejorar la vida de todos.

Considero que el concepto de democracia es el mejor y más adecuado pese a los riesgos y realidades de la demagogia que la reemplaza con facilidad cotidiana, porque las consecuencias de no tener compromiso para gobernar en beneficio de todos, conciencia de la pobreza, de la necesidad de superarla, de la importancia del medioambiente y del respeto a los sistemas jurídicos que regulan las sociedades –que pueden ser características de cualquier tipo de gobernante– son las de un franco deterioro de las ideas y los conceptos humanistas que fundamentan la democracia, permitiendo el advenimiento de formas de gobierno autoritarias, que conllevan el envilecimiento de las sociedades y de quienes adhieren a esas prácticas y desarrollan comportamientos de miedo, condescendencia, adulo y sumisión. (O)