Hoy entra en vigor la Ley de Inteligencia Artificial (IA) de la Unión Europea. Regular el desarrollo, la comercialización y el uso de sistemas de IA a partir de la protección del ser humano define la posición europea frente a la tensión geopolítica que representa para Estados Unidos y China la innovación tecnológica, que se debate entre la libertad para innovar en la democracia occidental frente al control para desarrollar en la autocracia asiática.

Esta tensión acelera el desarrollo de la IA con dos objetivos geoestratégicos: la globalización estadounidense y el expansionismo chino.

Estados Unidos domina el desarrollo de la IA en capital de riesgo e inversión privada en el ecosistema del emprendimiento digital y el oligopolio de las Big Techs globales, mientras que China lidera en patentes de IA registradas por sus empresas privadas, a las que denomina “Equipos Nacionales”, y las que creó para desafiar la hegemonía digital estadounidense. En materia de regulación nacional, Estados Unidos adelanta una legislación federal basada en los valores democráticos que garanticen seguridad, transparencia y confianza social, evitando caer en la sobrerregulación que pondría en riesgo a la misma innovación; mientras que China, al entender la IA como un bien público nacional, ejerce un control estatal centralizado. Ambos países concentran sus esfuerzos de desarrollo de la IA en sectores estratégicos, como seguridad nacional, crecimiento económico e impacto social, como el transporte, la educación y la salud.

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La Unión Europea desafía este panorama geoestratégico a través de un esfuerzo regulatorio coherente, complementario y progresivo que inició con la Ley de Servicios Digitales, la Ley de Mercados Digitales y la Ley de Inteligencia Artificial. Este esfuerzo regional asegura un marco normativo integral que beneficia a los consumidores, promueve la innovación y garantiza la competencia justa en el mercado.

La Ley de IA europea busca armonizar la innovación tecnológica con los derechos humanos, a partir de un enfoque basado en el nivel de riesgo: inaceptable, alto, limitado y mínimo; estableciendo obligaciones y sanciones graduales en la cadena de valor de la IA. Se trata de una regulación innovadora que puede ser una referencia mundial principalmente para Estados Unidos y China, que lideran la innovación digital y definen la frontera del poder tecnológico.

También puede ser una referencia para América Latina, que hasta el momento avanza con una regulación digital muy fragmentada y reactiva, en un escenario geopolítico donde cada país debe fortalecer su autonomía tecnológica equilibrando las relaciones internacionales con Estados Unidos y con China; un equilibrio que permita a nuestros países proteger la soberanía digital y al mismo tiempo acceder a nuevas capacidades tecnológicas que son críticas para nuestra productividad, competitividad y desarrollo social sin dependencias unilaterales frente a la supremacía tecnológica. La innovación digital exige una inteligencia estratégica y efectiva, que ponga la tecnología al servicio del ser humano y no el ser humano al servicio de la tecnología. (O)