No hay duda alguna de que gran parte de la delicada situación electoral que vive el país recae en la ligereza e impericia del Consejo Nacional Electoral (CNE), institución que cometió varios errores, entre los cuales se encuentra la irresponsable decisión de anunciar los resultados del conteo rápido sobre una base distinta de la convenida inicialmente por el órgano electoral. Lo prudente hubiese sido informar a la ciudadanía sobre la existencia de un virtual empate técnico entre dos candidatos, evitando de esa forma la insinuación de una “tendencia irreversible”, a lo que se debe agregar la falta de aclaración del organismo respecto de las llamadas “actas con novedad”.

En ese escenario, la autoridad electoral debió explicar de forma sencilla pero también categórica que las llamadas “actas con novedad” eran, en realidad, actas cuyos votos no se habían incorporado en los resultados publicados en la página web del Consejo Nacional Electoral. Si esa información hubiese sido clara desde un inicio, el país se habría ahorrado en gran medida la innecesaria disputa que en la actualidad enfrenta a Guillermo Lasso con Yaku Pérez.

Es conocido, en todas partes, que en temas electorales existe un antiguo axioma que sostiene que en un proceso democrático “se gana o se pierde hasta por un voto”. A pesar de que esa idea pueda proclamarse en la teoría, en la práctica, cuando el porcentaje que separa a dos candidatos en una elección es ínfimo, lo normal es que la desconfianza y las acusaciones de fraude se apoderen del manejo poselectoral. En otras palabras, la difusión de los resultados de votaciones tan cerradas como las que han protagonizado los candidatos de CREO y Pachakutik debió ser manejada por las autoridades electorales con un mayor grado de profesionalismo, pues en caso contrario terminan convirtiéndose en caldo de cultivo para que las agrupaciones políticas denuncien irregularidades en el proceso, alteración de actas, manipulación de los sobres,

etcétera.

Por esas razones, la presidenta del CNE debió prever que el precipitado anuncio de un resultado inexacto, como el vertido el pasado domingo, así como la falta de información acerca de los votos no contabilizados podrían originar situaciones de descontento social, movilizaciones masivas y denuncias entre los candidatos, como efectivamente está sucediendo en estos momentos.

Otra reflexión que se debe tener en cuenta seriamente es aquella sobre la fiabilidad de las encuestadoras, las cuales en la actualidad evidencian un alto grado de error en sus proyecciones, a lo que se suma el hecho de que de forma general presentan la información, al menos la que publican, al gusto y conveniencia del candidato que las contrata.

Si bien es cierto que existe un fenómeno a nivel mundial que dificulta cada vez más la medición del sentir ciudadano antes de las elecciones, las encuestas se han convertido paulatinamente en fuente de desinformación y propaganda política, lo que me lleva a una inevitable pregunta: ¿si las encuestas hubiesen anticipado el resultado del pasado domingo, el ánimo de los electores hubiera variado en torno a uno u otro candidato? Para pensarlo. (O)