La gran sinrazón han sido los medios con los que esta organización intentó imponer a la sociedad ecuatoriana sus ‘pedidos’. Una andanada de violencia y abuso a una escala nunca vista, en la que se cometieron toda clase de delitos: robos, saqueos, secuestros, extorsiones y, habrá que esclarecerlo, un asesinato. Es inaceptable, se debe sancionar a todos los autores, desde el instigador principal hasta el último encubridor. ¿Por qué actuaban así? Porque desde hace unos años la confederación indígena está copada por un ala senderista, cuyo propósito no es buscar soluciones a las necesidades de su gente, sino desestabilizar al Gobierno y finalmente destruir la estructura republicana del Estado y arrasar con lo que queda de economía de mercado. Por eso, las que debieron ser las razones del paro, que se asientan sobre verdaderas necesidades de indígenas y campesinos, son meras enunciaciones, sin una prioridad, mezcladas con insensateces netas, no respaldadas por un solo proyecto coherente.

Pedir el pago de las deudas al IESS, concreción de la educación bilingüe, solucionar la crisis del sector de salud, mejorar la educación, son pedidos justos, pero no se señalan parámetros, ni responsabilidades, ni caminos para lograr estos propósitos, porque no los han elaborado. Los problemas agrarios se resolverán con técnica, organización y trabajo, no con controles de precios. Igual, el crédito debe ser estructurado en un amplio plan de desarrollo de microfinanzas, no planteando una moratoria sin ningún estudio. Sugerir el no pago de regalías de los cultivos de flores es proponer excluirnos del mercado mundial. La dirigencia indígena debe enterarse de que sí hay métodos para hacer explotaciones mineras y petroleras aun en zonas vulnerables. Lo que sí es camino seguro a la catástrofe ambiental y social es la minería informal. Y desgraciadamente no hay soluciones alternativas, es lo uno o lo otro. Y no sé por qué se angustian con las privatizaciones, este Gobierno no las va a hacer.

Como el propósito de los senderistas es subvertir el orden, tampoco en la primera, más comentada y popular de las propuestas han sustentado los motivos por los que piden que “se incremente el subsidio a los combustibles”. No se puede hacerlo, simplemente, porque el tal subsidio no existe. Lo que sucede es que todos los gobiernos han incluido en costos el “lucro cesante” por hipotéticas ventas del petróleo en el mercado internacional, en lugar de venderlo convertido en combustibles en el país. Entonces salen a explicar que con esos ingresos se habrían construidos hospitales y escuelas. Cuando se hacen esos malabarismos contables la gente se muestra escéptica. La experiencia les enseña que, ingresados esos fondos en el pondo agujereado del presupuesto del Estado, se hacen humo. Por eso prefieren ‘subsidios en mano’. Llevamos exactos cincuenta años en este tira y afloja. Es hora de que esa riqueza, que el pueblo ecuatoriano considera con justicia su herencia, se administre de otra manera, más profesional y transparente, libre de las hambres circunstanciales de la burocracia, de oscuros negociados o de iluminados que lo pignoren con inicuas preventas. (O)