El repetido intento de la Conaie por desestabilizar el sistema político e instaurar un socialismo andino motiva las siguientes reflexiones:

Expectativas. Tras 400 años de vivir en servidumbre, hace cien años comenzó la gradual recuperación de derechos de los indígenas. Fin a la prisión por deudas, el concertaje, huasipungo. El Estado comenzó a brindar servicios públicos a las comunidades. Llegó sal yodada a la Sierra y no más bocio endémico. Se les reconocieron sus derechos ciudadanos, se ganaron el respeto. Indígenas accedieron a la educación superior. Se organizaron y formaron la Conaie, un partido político –Pachakutik–, estuvieron a pocos votos de poner su candidato presidencial en la segunda vuelta, captaron la presidencia de la Asamblea. Una impresionante trayectoria de empoderamiento. Y por eso los recurrentes paros. Son los pueblos que experimentan que algo mejor es posible, los que exigen más: sus expectativas se disparan. No es por estar oprimidos que protestan. Es porque ahora quieren mandar, y no tienen paciencia para hacerlo por la vía electoral.

Radicalización. Esa toma de conciencia política no la facilitaron las misiones católicas y evangélicas de antaño sino vino de la mano de las ONG y activistas de extrema izquierda, además de aquella parte de la Iglesia que convencida de que el mundo iba al comunismo, desechó la democracia liberal y se acercó al marxismo ateo. En su libro Estallido, Leonidas Iza y sus coautores expresan su adherencia al marxismo-leninismo versión Gramsci, de que la dominación es cultural e ideológica. El mismo diagnóstico que Sendero Luminoso.

Modernización. Para salir de la pobreza las comunidades indígenas deben modernizarse, lo que no quiere decir occidentalizarse. Es lo que han hecho los otavaleños, orgullosos de su cultura y vestimenta, pero grandes emprendedores. Japón, Corea y ahora China se modernizan manteniendo sus raíces. Las comunidades indígenas tienen derecho a mantener sus sistemas tradicionales de organizarse y trabajar, pero en ese caso deben aceptar que su nivel de vida no va a mejorar.

Discriminación. Una lucha de los indígenas es contra la discriminación racial. En la verdadera ausencia de discriminación, todos tienen los mismos derechos y deberes. Pero ciertos dirigentes estiman que por ser indígenas están por encima de la ley. Jaime Vargas reclama ser juzgado en shiwiar, lengua de su comunidad. Los que quemaron la Contraloría, que por no ser el español su lengua materna, no se les puede imputar delitos. Y las cortes y la Asamblea han cedido, lo cual les confiere un sentido de impunidad para cometer actos vandálicos.

Pobreza moral e intelectual de la clase política. Durante el correato no se toleraron ni los paros ni el vandalismo; se mantuvo el orden. Pero hoy el correísmo se alía con Iza para desestabilizar al régimen. Cuando el paro de octubre 2019, Jaime Nebot instó a los indígenas a regresar al páramo. Hoy en la Asamblea el PSC se suma a Pachakutik y UNES para denunciar al Gobierno por arrestar a Leonidas Iza. En forma similar se pronuncia la ID, y gran parte de los numerosos “independientes” frustrados de que el Gobierno no haya cedido a sus pretensiones de prebendas.

A la postre, ese es el principal problema. Una clase política sin principios. Eso nos condena a estar como estamos. (O)