Hay eventos que siendo sencillos proyectan esperanzas.
La semana anterior atestiguamos dos hechos relevantes; uno, el justo reconocimiento al Colegio de Ingenieros Agrónomos del Guayas, presidido por Jorge Vera, por parte del Centro Gerontológico Esperanza n.° 2, lugar de atención y cuidado de ancianos dirigido por el comandante Octavio Quinteros Loor y el celoso auspicio y vigilancia de damas de oficiales navales, donde se practica una estricta terapia de recuperación a través de la implantación y mantenimiento de huertos incrustados en el corazón vibrante del pueblo guayaquileño, entre las comunidades densamente pobladas de Samanes 5, asesoró un grupo de socios del colegio liderado por el ingeniero Eduardo Rochina Yánez.
La guía desde el inicio abarcó la preparación del terreno, la construcción de las llamadas platabandas, la colocación de las semillas directo al suelo o a recipientes domésticos convertidos en semilleros, manejo de cultivo, utilizando solo insumos orgánicos, labores que realizan los beneficiarios aunque posean limitaciones físicas o funcionales, poniéndolos en contacto con la límpida naturaleza y con los bienes que ella prodiga, como un mecanismo idóneo de tratamiento de dolencias y rehabilitación bajo la mirada atenta de expertos imbuidos por la terapia hortícola que fortalece la acción de las ciencias dentro de un proceso de rehabilitación y corrección de discapacidades físicas, cognitivas y sensoriales. Fue impresionante observar el regocijo de adultos mayores, pletóricos de entusiasmo al cosechar los frutos de plantas que ellos mismos sembraron, amorosamente cuidaron y finalmente degustaron con la garantía de alimentos tratados sin pesticidas químicos.
Si lo hecho con ancianos es destacable, lo es más constatar que allá en los límites de la controvertida Durán, célebre por los publicitados actos delictivos que la empañan, emerge una unidad educativa particular denominada Isla Santay, donde cientos de entusiastas estudiantes rinden homenaje a la naturaleza y su conservación bajo la dirección de otros agrónomos colegiados, se levanta un diversificado huerto nacido de un basural del sector convertido por las manos milagrosas de niños y adolescentes en centro productivo, donde se enseña haciendo, dirigidos por su rectora Lcda. Irma Saquinza y su mentor Raúl Padilla Rendón y la conducción técnica del Ing. José Luzardo Gómez, culminando cosechas para consumo de padres de familia, estudiantes y vecinos. Admira la formación que se prodiga a jóvenes con vocación al mundo agrario, brillando la joven Camila Urquizo Benítez, verdadera experta en siembras y uso de plantas medicinales que corrigen dolencias del cuerpo y el alma, complementada con una maravillosa voz cantora, deleite de los asistentes.
Los colegios particulares porteños, con el ejemplo de la Unidad Educativa Isla Santay y las instituciones bancarias, harían mucho bien si financiaran enclaves hortícolas para las enseñanzas teóricas, su consumo y de los habitantes de la vecindad, como aporte a la reducción de déficits alimentarios en vegetales, eliminando carencias nutricionales de la población infantil guayaquileña. (O)