Estamos viviendo una sucesión de hechos difíciles, unos de naturaleza mundial que nos afectan a todos los habitantes del globo, y otros, locales, que nos ocurren por factores internos, algunos, creados por nosotros mismos. El de la pandemia nos empobreció mucho y dio lugar a los reclamos populares, la agitación social que hoy vivimos. La guerra de Rusia-Ucrania nos ha afectado negativamente, aunque algo nos ha compensado con el aumento del precio del petróleo. Internamente, la inestabilidad política nos tiene en la incertidumbre, colgados de un hilo. La Asamblea resume muy bien la incertidumbre de estos días: unos días quieren destituir al presidente de la República, otros destituyen a su propia presidenta, otros, a la vicepresidenta bajo el pretexto de haber presentado una moción, es decir una propuesta, que la hacen los legisladores todos los días; ya vendrán las demandas internacionales, que las pagaremos todos. Estos hechos no son sino el abrebocas para la toma del Consejo de la Judicatura y el de Participación Ciudadana, con el que se apoderarán de los órganos de control, empezando por la Contraloría. El hecho es que en la Asamblea el Gobierno está en minoría, las fuerzas opositoras la dominan, y así seguirá mientras no se cambie el sistema constitucional.
Es de desear que el Gobierno pueda superar estos noventa días de tregua en su enfrentamiento con la Conaie. Esperemos que la sensatez se imponga y el país pueda recuperarse, seguir adelante, por el bien de todos. Estos 18 días en los que el país estuvo paralizado han dejado hondas heridas en la estructura nacional que hay que tratar de curarlas; se ha propuesto que el Ecuador se transforme en un Estado federal; se ha citado el ejemplo de tres modelos muy prósperos: EE. UU., Alemania, Suiza. Hay que decir que ninguno de esos países fueron Estados unitarios que decidieron cambiarse a federales, y que entre las naciones más ricas del planeta, las del G7, hay varias que no son federales, como Japón, Reino Unido y Francia. Las circunstancias, el tiempo histórico, así lo motivaron. En el actual EE. UU., trece colonias independizadas de Inglaterra se constituyeron en un Estado federal, guardándose cada una de ellas una notable autonomía con un gobierno local, su propio Congreso, y eligiendo un presidente y un Congreso comunes. En Alemania existían más de 300 Estados con sus propios gobernantes, príncipes, grandes electores, con un lejano emperador; se unieron al término de las Guerras Napoleónicas, en el Congreso de Viena de 1815, y luego, más sólidamente, en 1870. La Confederación Suiza reúne a tres nacionalidades distintas, alemanes, franceses, italianos, a más de la aborigen. En nuestro medio, transformar a todas las provincias en Estados, con sus propios congresos, sería casi imposible. Creo que lo conveniente es ir perfeccionando las autonomías, que los ingresos creados por una provincia permanezcan en ellas. Todo con prolijidad y sin olvidar los gastos del Estado común. Esto podría discutirse tras las elecciones seccionales. Todo implicaría una reforma constitucional. Sin olvidar la derogatoria de la Constitución de Montecristi y su reemplazo por la de 1998. Tiempos difíciles. (O)