La grandeza de EE. UU. se ha construido sobre la base de principios -la observancia del estado de derecho, la separación de poderes, el libre comercio, el poder blando ilustrado, el cumplimiento de la Constitución y normas éticas para los servidores públicos. Bajo el liderazgo de Donald Trump, muchos de estos pilares están siendo socavados, a menudo por caprichos personales, ganancias políticas y financieras.
El estado de derecho es la base sobre la que se construyen todas las sociedades civilizadas. Garantiza que nadie esté por encima de la ley, que la justicia sea ciega y que el poder rinda cuentas. Sin embargo, bajo Trump, este principio ha sido socavado una y otra vez. Desde su negativa a cumplir con las citaciones hasta su abierto desafío a las normas legales, las acciones de Trump han resaltado constantemente un desdén por el sistema judicial.
Hace unas semanas se llegó a un nuevo punto bajo, cuando el FBI arrestó a la jueza de circuito del condado de Milwaukee, Hannah Dugan, supuestamente por obstruir la justicia en el caso de un inmigrante indocumentado. Trump también hizo caso omiso de un fallo unánime (9-0) de la Corte Suprema que “afirmó la ilegalidad de la deportación del Sr. [Kilmar] Abrego García a una prisión salvadoreña, observando que incluso ‘Estados Unidos reconoce que Abrego García estaba sujeto a una orden de retención que prohibía su deportación a El Salvador, y que la deportación a El Salvador era, por lo tanto, ilegal’”.
Trump fue declarado culpable de 34 cargos de delitos graves y fue acusado de otros 55 delitos graves, pero evadió la cárcel al ganar la Presidencia.
Los redactores de la Constitución diseñaron un sistema de gobierno que se basaba en la separación de poderes para que ninguna rama pudiera dominar a las demás. Pero la administración de Trump ha buscado constantemente erosionar estos límites. Desde sus ataques al Congreso hasta sus esfuerzos por eliminar o desfinanciar agencias y programas legalmente establecidos, los controles y equilibrios previstos por la Constitución se han visto sometidos a presión. Trump está mermando el papel del Congreso en la aprobación del presupuesto para el gobierno federal y sus agencias, simplemente negándose a cumplir con los mandatos del presupuesto.
El libre comercio ha sido un aspecto central del papel de EE. UU. en el mundo. Pero bajo Trump el libre comercio ha sido reemplazado por el proteccionismo y el aislacionismo, lo que ha resultado en la destrucción de alianzas internacionales y la ruina de décadas de diplomacia cuidadosa.
Las guerras comerciales de Trump no solo han perjudicado a los consumidores estadounidenses al aumentar los precios, también han dañado el sistema comercial mundial. Además, su desprecio por acuerdos internacionales como la Organización Mundial del Comercio y el Acuerdo de París sobre el cambio climático aísla a EE. UU. de sus aliados. Los efectos a largo plazo de estas políticas aún se están sintiendo a medida que el mundo espera que nuevas potencias regionales y globales aprovechen el vacío de liderazgo que Trump ha creado.
El poder blando —la capacidad de influir y liderar a través de la cultura, la diplomacia y la asistencia al desarrollo internacional— ha sido durante mucho tiempo uno de los activos más fuertes de Estados Unidos. Instituciones como USAID, la Fundación Interamericana y la Voz de América, han permitido a Estados Unidos difundir la democracia, los derechos humanos y los ideales estadounidenses en todo el mundo. Pero bajo Trump, estas herramientas de poder blando han sido desfinanciadas y, en algunos casos, desmanteladas por completo.
Trump también ha amenazado a amigos cercanos y aliados con invasiones o anexiones: Canadá, Dinamarca/Groenlandia, México, Panamá, y también ha sugerido la limpieza étnica de la Franja de Gaza. También está socavando a la OTAN y a nuestras alianzas en el este de Asia.
En el corazón del sistema económico estadounidense se encuentra el principio de competencia. El papel del gobierno en la aplicación de las leyes antimonopolio ha sido esencial para mantener los mercados justos y evitar que los monopolios sofoquen la innovación. En el mandato de Trump, la aplicación de las leyes antimonopolio se ha abandonado.
El hecho de que cuatro de los cinco hombres más ricos del mundo contribuyeran y asistieran a su toma de posesión, y que la persona más rica, Elon Musk, dirija los esfuerzos para destruir a USAID, el Departamento de Educación, el Departamento de Estado y varias agencias reguladoras que habían estado investigando a Musk y sus empresas, refleja una tendencia hacia una oligarquía o plutocracia.
Hay al menos 14 billonarios en su gabinete o en puestos de asesoramiento de alto rango: el CEO de Tesla, Elon Musk, el empresario Vivek Ramaswamy, la ex magnate de la lucha libre profesional Linda McMahon, el ejecutivo de Wall Street Howard Lutnick, el gobernador de Dakota del Norte, Doug Burgum, el administrador de dinero Scott Bessent, el empresario Jared Isaacman, el magnate de bienes raíces Steven Witkoff, el banquero de inversión Warren Stephens, el empresario de CONAIR Leandro Rizzuto Jr., el inversor Thomas Barrack Jr., el banquero Frank Bisiganano, el inversor David Sacks (ahora “zar de la IA y las criptomonedas”) y el inversor inmobiliario caído en desgracia Charles Kushner (padre del yerno de Trump, Jared Kushner).
Lo que hace grande a Estados Unidos no es el tamaño de su economía o el poder de sus fuerzas armadas, sino los valores que subyacen a estas instituciones. Bajo Trump, estos ideales están siendo destruidos para obtener ganancias políticas a corto plazo y enriquecimiento personal, así como para evadir la justicia y las regulaciones. (O)