Por Steven Espinoza Ortega

A veces es fácil mirar a otro lado y hacernos los desentendidos con una realidad que está bajo nuestras miradas. Coincidentemente, esta semana vi un video que me estremeció, un experimento social donde una pequeña actriz aparecía sola en un restaurante, limpia, bien peinada y socialmente bien vestida, acto seguido la misma actriz, desaliñada, sucia y en harapos, ¿la respuesta?, la gente con la primera niña fue cálida, la abrazaban, le invitaron comida, y se extrañaban de su soledad, no así con la segunda escena, era un ente invisible, un elemento más del paisaje, la ignoraron y la despreciaron hasta el punto de quebrar el pequeño corazón de una niña que no ha sido contagiada por la insensibilidad de los adultos.

Esta misma realidad se nos repite a diario en cada semáforo, en las fronteras, en los terminales, y hemos llegado incluso a fastidiarnos de aquellos extraños que eligieron mal su futuro, de los nadie, los inmigrantes, los que miramos con desconfianza, a los que los juzgamos por su suerte política, a palabras de María Fernanda Ampuero los inmigrantes son los huesos que trituran para que coman los animales.

La migración, nos guste o no, es parte de nuestro entorno, la situación de movilidad humana se ha visto cada vez más como una opción de un mejor futuro, y tal vez nuestro sistema monetario dolarizado sea más beneficioso que nuestro sistema humano que cada vez se volvió menos empático. Se nos olvidó cuando éramos nosotros, los hijos de migrantes los que nos colgábamos en las rejas del aeropuerto esperando cazar alguna bendición que se cuele por la ventana de un avión que partía hacia la incertidumbre, y ahora somos los que subimos los vidrios de nuestro cómodo carro, o miramos hacia otro lado cuando un niño con carita de extranjero se nos acerca.

Tenemos esperanza de un nuevo futuro, aparentemente hemos escapado del monstruo político que obligó a huir a familias enteras, sin embargo el nuevo gobierno no puede actuar como en el relato con el que empecé, no puede mirar hacia otro lado, debe primero entender que esos “nadies” son tan humanos como usted y como yo, que los Derechos Humanos los protege por igual, y debe tomar el problema de frente, y buscar apoyo internacional para poder regularizar esta incomoda verdad, cumplir con los estándares de protección internacional, y sobre todo humanizar al Estado, para nosotros también humanizar nuestro frío corazón. (O)