Días atrás tuve la oportunidad de participar en el curso “Urbanismo social” impartido por la Universidad Eafit en Medellín, Colombia. Este curso busca mostrar de qué se trata y cómo funciona el enfoque que utilizó la Alcaldía de Medellín para transformar la ciudad y convertirla de una de las más violentas del mundo a uno de los ejemplos más interesantes de planificación, desarrollo e inclusión urbana. Estas son mis reflexiones pensando en lo que podría aprender Guayaquil.

Me inscribí en el curso pensando encontrar en el urbanismo social un modelo con recetas exitosas que se aplicaron en Medellín y que podrían replicarse en Guayaquil. Lo que aprendí es que el urbanismo social no es un modelo, sino más bien un laboratorio que ha obtenido resultados a base de prueba y error. No hay recetas mágicas ni políticas que darán resultados inmediatos. Incluso, algunos proyectos salen bien, otros salen mal, y todos son frágiles y pueden venirse abajo si es que no cuentan con un proceso previo de organización social que ayude a hacerlos sostenibles.

El proceso de transformación de Medellín, que ya tiene alrededor de 30 años, no puede replicarse debido a que tiene varias características únicas históricas, institucionales, económica, sociales y políticas. Sin embargo, existen conceptos y estrategias que se pueden pensar y adaptar criollamente para aplicarlas a la realidad local. Conceptualmente, me parece útil el enfoque en el cual se afirma que “lo contrario a la inseguridad no es la seguridad, sino la convivencia social”. Es decir, se debe apuntar a intervenir en los asuntos sociales que previenen el ingreso al circuito de la violencia.

En Guayaquil estamos a tiempo para pensar y planificar participativamente el desarrollo con un enfoque de urbanismo social..

Para esto, una de las estrategias principales son los proyectos urbanos integrales, los cuales son intervenciones que buscan llenar de contenido educativo, sociocultural e infraestructura urbana los espacios públicos de los territorios más olvidados y excluidos. De esta manera, el objetivo es, en primer lugar, ganar el control territorial con la presencia estatal a las bandas criminales que en la actualidad dominan esos espacios. El concepto detrás de esto es recuperar los espacios sin autoridad estatal que actualmente han sido llenados por la “autoridad” del crimen organizado.

Un factor importante para el diseño, implementación y sostenibilidad de los proyectos urbanos integrales es que no pueden ser hechos solo por la Alcaldía de manera tecnocrática. Es absolutamente esencial, en primer lugar, (re)conocer los procesos socio-organizativos que existen en los territorios y trabajar con ellos como base. Si no, acabado el periodo gubernamental, lo más probable es que caigan por desfinanciamiento y ausencia de pertenencia social. En segundo lugar, es fundamental involucrar al sector privado, a la academia y a la sociedad civil para que también formen parte del proceso y ayuden a sostenerlo en el futuro.

En Guayaquil estamos a tiempo para pensar y planificar participativamente el desarrollo con un enfoque de urbanismo social. Inteligencia, plata y voluntades no faltan. La Alcaldía de Guayaquil tiene la oportunidad de liderar este proceso de gobernanza colaborativa para el futuro. Aprovéchela, Aquiles. (O)