La gran sorpresa de las elecciones extraordinarias del 20 de agosto fue la votación del candidato Daniel Noboa. Aunque las encuestas la anticipaban, costaba creer que en apenas una semana haya conseguido crecer 20 puntos porcentuales. Un verdadero fenómeno político que lo deja muy cerca del solio presidencial.

A partir del debate, donde destacó por un discurso coherente y sencillo, a más de su aplomo, empezó a subir como la espuma en la intención de voto, a costa de rivales como Topic, Otto y Yaku, que amagaron, en algún momento, por afianzarse en el segundo lugar.

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Cabe la lectura de que se efectuó un fenómeno de catarsis del voto en favor de una opción que se presentaba como nueva, sin haber formado parte del establishment político, algo que no era tan exacto considerando que Álvaro, su padre, fue cinco veces candidato presidencial. Pero en política las percepciones son realidades y es como el joven exasambleísta que tuvo un discreto desempeño como presidente de la Comisión de Desarrollo, sin participar en las tediosas confrontaciones entre el Gobierno y la oposición, terminó capitalizando el ansia de una alternativa que rompa con el pasado.

No resulta ajeno al análisis político la comparación de esta segunda vuelta del 15 de octubre con aquella producida en 2006 entre un joven Rafael Correa y Noboa padre, que perdió este último. Sin embargo, hoy los roles se presentan invertidos: mientras Luisa representa lo viejo con aquel discurso arrogante de “eso ya lo hicimos”, Daniel, identificándose con lo nuevo, lleva las de ganar si no comete errores.

Con mayor facilidad podrá sumar los votos de los seis excandidatos que han quedado al margen de la carrera presidencial y que, en general, representan, predominantemente, a una corriente anticorreísta. De algún modo, se reedita la final de 2021 pero con un Noboa mejor posicionado con su 24 % respecto al 18 % de Lasso. Y con menos resistencia para seguir creciendo.

(...) Daniel, identificándose con lo nuevo, lleva las de ganar si no comete errores.

El “festejo” de Luisa y de su movimiento la Revolución Ciudadana al sur de Quito la noche del domingo no pudo ser más revelador. A pesar de su triunfo, no pudo superar la votación dura del correísmo, que se tuvo que conformar repitiendo su 33 %, quedándose lejos de ganar en la primera vuelta. Su sonrisa lucía forzada y revelaba más preocupación que verdadero júbilo. La campaña definitoria luce muy empinada para ella y su mentor.

Desde luego el asesinato de Fernando Villavicencio conmovió el abreviado proceso electoral y de modo propio al ensombrecerlo dio cabida a la sorpresa al predisponer al votante por algo renovador.

Su reemplazo, Zurita, recogió un importante voto pésame, suficiente para alcanzar un honroso tercer lugar. Además, con su lista de asambleístas nacionales como la segunda más votada.

El corolario de la jornada, a más de la sorpresa de Noboa, es que Ecuador no logra desprenderse de la lógica de polarización entre correísmo y anticorreísmo que cierra espacios e impide acuerdos políticos que permitan la gobernabilidad del país. Limitada al condicionante de la principal causa en cuestión: el retorno a la escena política del expresidente Rafael Correa. Que puede continuar en espera, al menos, hasta 2025. (O)