Ecuador está entre las 123 naciones, de más de 200 países y territorios del mundo, que cuentan con manglares en sus costas, esa franja de árboles, troncos y raíces que parecen suspendidos en el aire con la función de separar la tierra firme del mar. Pero no es la única utilidad ecológica de este ecosistema que tolera tanto el agua dulce como la salada y de las pocas especies de flora que se han adaptado para vivir en condiciones de inundación.

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Sin embargo, es un patrimonio natural que está en peligro de extinción debido a la tala para la creación de piscinas camaroneras, la expansión urbana o para dar paso a cultivos. Estimaciones recientes indican que en 1969 había 230.000 hectáreas (ha) de manglares en el país, pero solo quedan 157.000, lo que implica una pérdida de 73.000 ha de estos bosques.

Un informe del Banco Mundial detalla las cinco razones para preservarlos: son reservorios de biodiversidad, fuentes de alimento, proporcionan medios de vida (recolección de crustáceos como cangrejos y conchas), contienen el aumento del nivel del mar y absorben una parte del impacto ante inundaciones o tormentas.

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En Ecuador se ha restaurado el manglar en cinco zonas de la Costa cubriendo una superficie de 566 hectáreas con la participación de las comunidades, según los resultados de una consultoría ambiental.

El proyecto se hizo en Palma Real, en Esmeraldas, con 160 ha; en Isla del Amor, en Cojimíes (Manabí), 48 ha; en la isla Corazón, en San Vicente, 22 ha; en la isla Santay, en Guayas, 123 ha; y en la reserva ecológica Arenillas, en El Oro, 213 ha.

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Esta iniciativa se presentará en el Primer Congreso de Manglares, que se realizará este 4 y 5 de septiembre en la sede de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES), en Samborondón (Guayas).

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Las ciudades costeras como Guayaquil, Machala, Esmeraldas y Muisne han crecido históricamente dándole la espalda a este ecosistema que podría amenguar el impacto de las inundaciones, pero la causa principal de la destrucción proviene de la industria camaronera. (O)