La noche del pasado miércoles, la Junta de Beneficencia de Guayaquil formalizó la entrega a Barcelona SC de las escrituras de los predios donde están el estadio Monumental Banco Pichincha, la cancha de entrenamiento y el edificio de la concentración de jugadores. En la ceremonia estuvieron los antiguos rivales políticos Abdalá Bucaram Ortiz, exmandatario, y Jaime Nebot, exalcalde de Guayaquil, ambos expresidentes del equipo. El palmoteo de hombro que se dieron como saludo, a pedido de los presentes, se hizo viral en redes sociales.

El fútbol logró lo impensable, dos archienemigos políticos juntos en un acto del equipo de su preferencia. La cortesía que se evidenció fue muy comentada y hubo quienes calificaron el saludo como ‘un abrazo histórico’.

No se trata de una reconciliación política, sino de un acercamiento protocolario a pedido de la hinchada, explicó Abdalá Bucaram. También es un acto de madurez de dos políticos representativos.

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El deporte ha demostrado que Ecuador es capaz de unirse. Sin más banderas que la tricolor se han celebrado clasificaciones al Mundial de Fútbol, medallas olímpicas de Jefferson Pérez, Richard Carapaz, Neisi Dajomes y Tamara Salazar. Esa unión se requiere para sacar adelante al país.

La madurez de poderse dar la mano y llegar a acuerdos en beneficio del Ecuador se agradecería. Lo ocurrido en el acto de Barcelona no debe pasar como una anécdota, sino como una señal de que los políticos pueden reunirse públicamente, ojalá para aportar con soluciones, independientemente de quien gobierne. El momento histórico lo exige.

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El alcalde de Guayaquil, Aquiles Alvarez, quien fue testigo cercano del saludo Bucaram-Nebot, ha invitado a que después del domingo de elecciones se haga “una especie de tregua” entre partidos y movimientos, actores sociales y activistas, para lograr gobernabilidad. El llamado es oportuno, sin importar quien gane el 15 de octubre, los líderes no pueden mantenerse sordos e indolentes ante la crisis que requiere soluciones mancomunadas. (O)